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jueves, 11 de diciembre de 2008
sábado, 1 de noviembre de 2008
P) Historia de Madrid
Madrid
LA VILLA DE MADRID
Tuvo su origen en los tiempos del emir musulmán Mohamed I (852-886), que mandó construir una fortaleza en la orilla izquierda del río Manzanares. Alfonso VI la conquistó en 1.083. Felipe II traladó la Corte a Madrid, en 1.561, y a partir de entonces la villa fué transformandose bajo el impulso de los monarcas de la Casa de los Austrias. Felipe III y Felipe IV tendrán la misión de ensancharla y embellecerla, para lo que contaron con la magía arquitectonica de Juan Gómez de Mora. En el siglo XVII, se construyó una muralla para dar cobijo a los nuevos arrabales, cuyo trazado coincidiría con las actuales rondas de Segovia, Toledo y Valencia. Fué un Borbón, Carlos III, quién la modernizó en el siglo XVIII. Se trazaron las grandes arterias de la ciudad, como el paseo de Castellana, el de Recoletos, el del Prado y el de las Acacias. En el siglo XIX estuvo marcado por la Guerra de la Independencia-fusilamiento del 2 de Mayo-. Además, Jóse Bonaparte acometió la reforma de la Puerta del Sol y sus alrededores. En el reinado de Isabel II cambió notablemente su urbanismo. A finales de siglo, se proyectó el ensanche de la ciudad. A comienzos del siglo XX se abrió y urbanizó la Gran Via y, a mediados, se prolongó el paseo de la Castellana, donde modernas construcciones sustituyeron a antiguos palacetes. En ellas se instalaron las más importantes empresas del mundo financiero. Hoy es una ciudad cosmopolita, abierta, de intensa vida cultural y nocturna, y sede de una de las primeras pinacotecas clásicas del mundo, el Museo del Prado.
LAS MURALLAS DE MADRID:
La Muralla árabe
La Muralla cristiana
VIAJES DE AGUA DE MADRID
PLAZAS DE TOROS DE MADRID
INTRODUCCIÓN
Madrid (ciudad, España), ciudad y capital de España y de la Comunidad de Madrid. Está situada a pocos kilómetros del centro geográfico de la península Ibérica, junto al río Manzanares. La parte norte de la ciudad, por donde se extiende el distrito de Fuencarral, se encuentra a 736 m de altitud y los distritos de la zona sur, como el de Villaverde, a 650 metros. Su clima es de tipo mediterráneo continentalizado, con una temperatura cuyo promedio anual es de 13 ºC, aunque presenta una gran amplitud térmica: en verano se producen máximas que sobrepasan, en ocasiones, los 40 ºC, mientras que en el mes de enero la temperatura desciende hasta los 5 ºC. Las precipitaciones son escasas (450 mm), con máximos en otoño y primavera. Tan sólo el 46,6% de sus habitantes han nacido en la ciudad, lo que significa que el crecimiento experimentado durante los últimos cuarenta años obedece, principalmente, a una extraordinaria inmigración que ha condicionado muchos aspectos de la vida ciudadana.
2. PAISAJE URBANO
El actual casco antiguo de Madrid corresponde al recinto que amuralló Felipe IV, que coincide con las actuales rondas de Segovia, Toledo, Valencia y Atocha y sigue, junto al Retiro, por las calles de Santa Bárbara, Fuencarral, Conde Duque y San Bernardo. En esta zona se han producido pocas transformaciones urbanísticas; la más destacada fue la construcción de la Gran Vía, finalizada en 1930. El Madrid de los Borbones experimentó notables mejoras centradas en el saneamiento y embellecimiento de la ciudad; del siglo XVIII datan amplios paseos como el de las Acacias, Recoletos, El Prado, Delicias y el parque del Buen Retiro. En el siglo XIX se derribó la muralla y se planificó un importante ensanche: el barrio de Salamanca y, en la zona noroeste, el de Argüelles. A principios del siglo XX surgieron los primeros barrios relativamente alejados del centro: Moncloa, Ciudad Lineal y Tetuán. Durante la II República se construyó la Ciudad Universitaria y se potenció el paseo de la Castellana al situar allí los Nuevos Ministerios. El gran crecimiento de la ciudad se ha producido en los últimos treinta años, con la creación de nuevos barrios que han superado extensamente la construcción del tercer cinturón (autopista M-30). Actualmente la ciudad sigue creciendo, sobre todo hacia el oeste y el sur, lo que ha hecho necesaria la construcción de dos nuevos cinturones, la M-40 y la M-50, ésta última aún inconclusa, que supone la delimitación de un nuevo perímetro urbano.
Las funciones administrativa, financiera, comercial y de servicios en general son las principales actividades económicas de la ciudad. Madrid constituye la sede del gobierno y, por lo tanto, de las principales unidades administrativas del Estado. Alberga todo tipo de actividades comerciales: la minorista especializada, las grandes superficies comerciales o grandes almacenes y el comercio al por mayor. Tiene importancia la actividad financiera, al ser sede de las principales entidades bancarias y poseer la primera bolsa de valores del país. Alberga también las centrales de muchas de las empresas más importantes que operan en el país. Su función residencial es evidente, pese a que en los últimos años muchos de sus habitantes están fijando su domicilio en municipios cercanos. Madrid también es un gran centro cultural; acoge numerosas instituciones de este tipo y es donde tienen lugar numerosos eventos artísticos y congresos científicos. Destaca su función educativa, ya que posee facultades y escuelas universitarias de casi todas las carreras. Es centro de un incesante flujo turístico que propicia un potente sector hostelero y de restauración. A todo ello hay que añadir su actividad industrial y artesanal.
Madrid cuenta con numerosos monumentos y edificios importantes, entre los que destaca el Palacio Real. Tiene iglesias notables, como la de San Isidro, San Francisco el Grande, San Jerónimo el Real, las Salesas Reales y la iglesia de las Calatravas; conventos, como el de las Descalzas Reales o el de la Encarnación; fuentes, como la de Cibeles; edificios civiles, como las puertas de Alcalá y de Toledo, el Palacio de Comunicaciones, el edificio del Ayuntamiento, la impresionante Plaza Mayor y la emblemática Puerta del Sol, donde se encuentra la representación de los símbolos de la ciudad: el oso y el madroño. Pero, quizá, constituyen los museos el principal atractivo de la ciudad; los más destacados son: el Museo del Prado, considerado como una de las tres grandes pinacotecas del mundo; el Museo Thyssen-Bornemisza, en el palacio de Villahermosa; y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
3. HISTORIA
No se conoce con certeza la fecha de fundación de la ciudad, aunque se sabe que en la época romana ya existía un pequeño núcleo. Los musulmanes edificaron en este lugar una fortaleza a la que llamaron Magerit, palabra de la que procede su actual denominación. En torno a este recinto amurallado se desarrollaría, posteriormente, la villa de Madrid. Alfonso VI ocupó el lugar en el año 1083 y transformó la mezquita situada junto a los graneros (almudaina) de la villa en una iglesia dedicada a la Virgen de la Almudena.
Durante la edad media su población no superaba los 3.000 habitantes. En el año 1268 una epidemia la dejó casi deshabitada. A partir del siglo XV Madrid pasó a ser el lugar de residencia, de manera intermitente, de muchos monarcas españoles, hasta el establecimiento de la corte en esta localidad bajo el reinado de Felipe II, en 1561, dada su situación privilegiada en el centro de la Península. Este hecho impulsó su crecimiento poblacional y, por ende, el desarrollo urbanístico, en principio desordenado; así, surgieron los arrabales fuera del recinto medieval y se construyeron numerosos palacios y edificios públicos. Pero fue Felipe III quién consolidó definitivamente la ciudad como sede del gobierno de la Corona. La población ascendía a principios del siglo XVII a más de 80.000 habitantes.
Fueron los Borbones, en especial Carlos III, quienes dieron a la villa y corte su mayor esplendor con la ampliación de su perímetro, la creación de paseos y numerosos monumentos, entre los que destaca el Palacio real que había encargado construir su padre Felipe V.
Durante la guerra de la Independencia la ciudad mostró su oposición al cambio de dinastía y se amotinó contra los franceses en la célebre jornada del 2 de mayo. El siglo XIX tuvo a Madrid como el principal escenario de la política española. La posición de la ciudad fue determinante en todos los cambios políticos que se produjeron. El símbolo que supone el control de la capital como expresión del control del Estado hizo que en la Guerra Civil se convirtiera en el principal objetivo militar de las tropas franquistas. En 1983 Madrid se convirtió en la capital de una comunidad autónoma, la Comunidad de Madrid, cuyo territorio coincide con el de la provincia de Madrid, lo que le ha añadido nuevas funciones políticas y administrativas y, al mismo tiempo, un nuevo signo de identificación. Población (según estimaciones para 1995), 3.029.734 habitantes.
«Si eres madrileñista de corazón, de todo tendrás noticias por los maestros de la crónica matritense, y si no lo eres y por primera vez das en huronear por estos evocadores rincones, aprenderás por lo menos, a sentir cariño por este Madrid, tan hidalgo, tan acogedor, tan abierto a cuantos vienen a él y tan calumniado por los que no le conocen, pero cuando tratan de cerca a los que en su suelo nacieron, y se hacen a sus usos y costumbres que, ¡ay!, ya no son. las mismas que diéronle fama y alcurnia en los pasados tieni pos, acaban por comprender que es muy verdadero el conocido adagio que es Madrid al cielo y un agujerito para verlo».
Fragmento de Madrid. Historia de una capital.
De Santos Juliá, David Ringrose y Cristina Segura.
Capítulo 2.
De entre los elementos que integraban el Madrid islámico, la muralla es de la que conservamos mayor número de restos arqueológicos. El conocimiento de su trazado nos servirá para obtener una visión global del Madrid islámico, a medida que vayamos integrando dentro y fuera de ella los demás componentes: la almudayna, el alcázar, la mezquita y los arrabales. El examen del material con que fue construida nos sugerirá distintas alternativas sobre el crecimiento de la ciudad.
Un pequeño recinto bien defendido
En primer lugar, llama la atención la perfecta adaptación del trazado a la orografía del terreno, aprovechándose de este modo las defensas naturales del emplazamiento de Madrid, que ocupaba la cima de una colina bordeada por barrancos. Sólo existía una zona más asequible, por la que actualmente discurre la calle de Carlos III, que une la actual plaza de Oriente con la de Isabel II. Por este lado no existía escarpe pronunciado como en las otras tres vertientes de la colina: la actual cuesta de San Vicente; la terraza del Manzanares, donde se asentaba el alcázar; y la actual calle Segovia.Por el fondo del barranco que actualmente ocupa la calle Segovia, corría un arroyo que en época cristiana se llamó de San Pedro; a él vertían las aguas de la colina en la que se asentaba Madrid. Frente a este cerro, y separada por el barranco, existía otra colina, la que posteriormente se denominó de las Vistillas. En este alto se instaló la población civil, constituyéndose un arrabal cuya población tenía una dedicación mercantil y artesana. La puerta de la Sagra se abría al otro barranco, el que actualmente ocupa la cuesta de San Vicente, donde se formó otro arrabal de menor importancia, disperso e integrado preferentemente por campesinos.
Un lienzo de la muralla corría por el extremo septentrional del castillo, cuyo emplazamiento exacto es difícil de precisar. Posiblemente, el alcázar ocupaba la actual plaza de la Armería, Bailén y parte de la plaza de Oriente. La muralla continuaba, atravesando la plaza de Oriente, para bordear la almudayna, donde probablemente se abriría la puerta de la Sagra. Trazaba un ángulo recto y continuaba por la actual calle del Factor, que ocupó el espacio de la muralla cuando fue derruida en tiempos posteriores.
En la actual calle Mayor, frente a Capitanía, se abría otra puerta próxima a la mezquita. Aquí la muralla formaba otro ángulo recto hasta descender a la puerta de la Vega, una de las tres con las que contaba el recinto y la mejor conocida en la actualidad. Sus restos, excavados en 1985, se encuentran en la confluencia de la calle Mayor con la cuesta de la Vega, frente a la hornacina de la Virgen de la Almudena.Desde la puerta de la Vega, la muralla remontaba hasta el alcázar, cerrando el exiguo recinto murado. Las dimensiones del mismo serían de unas ocho o nueve hectáreas, a las que habría que sumar, para hacerse una idea del tamaño del Madrid islámico, el territorio ocupado por los arrabales, que más tarde quedarían integrados por las defensas construidas en la época cristiana.
El alcázar, remoto antecesor del Palacio Real
Es lógico que apenas podamos imaginar cómo fue el alcázar islámico, teniendo en cuenta su evolución posterior: ampliado y transformado en fortaleza cristiana, sufrió a lo largo del tiempo sucesivas modificaciones hasta ser destruido por un incendio, a principios del siglo XVIII. Su solar experimentó aún otra profunda transformación: sobre él se levantó el Palacio Real, que esconde por tanto bajo sus cimientos los vestigios de las construcciones islámicas y cristiana. Estas circunstancias han impedido, obviamente, realizar una excavación arqueológica que pudiera arrojar luz sobre las peculiaridades y el exacto emplazamiento del edificio musulmán.
Podemos afirmar, no obstante, que el alcázar y la muralla constituían las piezas defensivas básicas de la ciudad, y debieron de formar un todo homogéneo, realizado en el mismo material. Era del alcázar de donde partía la muralla, para rodear la almudayna y la medina, y a él tornaba, finalmente, para cerrar el recinto murado.
Siguiendo la tipología habitual de los alcázares islámicos, la planta del castillo debía de ser cuadrada, articulada en torno a un patio central, que servía de refugio a los guerreros que vivían en la almudayna en los casos de ataque o sitio continuado. Los materiales empleados en su edificación, así como su emplazamiento, fueron evidentemente los idóneos, ya que la fortaleza resistió todos los intentos de asalto que se sucedieron desde su creación. En su recinto existió probablemente algún manantial que facilitara la resistencia continuada de la plaza.
El castillo era el lugar de residencia del caid, quien asumía a la vez la autoridad militar y la máxima representación del poder central, representado primeramente por el emir y más tarde por el califa. Esta concentración en una sola figura de las funciones de gobierno y defensa del lugar atestigua el preeminente valor militar de Madrid en aquellos tiempos iniciales. En el interior del castillo, se encontraba además una pequeña mezquita, suficiente para atender las necesidades religiosas de la población militar, compuesta por la guarnición del alcázar y los guerreros que residían en la almudayna. Esta última era un elemento subordinado al alcázar, comunicaba directamente con él y atendía a su defensa. La ciudadela o almudayna, ocupaba probablemente parte de la actual plaza de Oriente y del solar de la catedral de la Almudena. El resto del exiguo espacio murado estaba ocupado por la medina.
La mezquita
Al igual que el castillo, la mezquita mayor que se construyó en el siglo X también fue reutilizada tras la conquista cristiana. Convertida en parroquia bajo la advocación de Santa María, ha sido destruida en época reciente. Su solar se encuentra actualmente ocupado por una casa de vecinos, en el número 88 de la calle Mayor, en la esquina con Bailén. Conocemos con seguridad, por tanto, su emplazamiento, pero nada sabemos de sus trazas, aunque es probable que siguiera el patrón de otras mezquitas de época califal de las que conservamos restos.
Junto a la mezquita, los lienzos de la muralla formaban un ángulo recto; en el oriental se hallaba la ya mencionada puerta de la mezquita, que fue bautizada como arco de Santa María tras la conquista cristiana, precisamente por la advocación que había recibido el templo islámico en su consagración
«Mis muros de fuego son»
La piedra de pedernal, tan abundante en esta zona, fue utilizada en la cantería de la muralla. Sus grandes sillares dieron lugar a una parte del lema de Madrid: «Fue sobre agua edificada, mis muros de fuego son». La primera oración hace referencia probablemente a la abundancia de manantiales del suelo madrileño, mientras que la segunda puede tener su origen en los rayos del sol, en el ocaso del día, haciendo brillar como brasas las piedras de la muralla; o tal vez se deba a las chispas que hacían saltar de los sillares de pedernal las flechas que fueron lanzadas por los diversos atacantes de la ciudad.
Entre los años 1972 y 1985, se han realizado cuatro excavaciones en la cuesta de la Vega-calle Mayor, gracias a las cuales se ha podido comprobar cómo difiere el aparejo interior de la muralla respecto del exterior, y las partes inferior y superior de este último entre sí. De estas diferencias en la calidad y disposición de los sillares han surgido distintas hipótesis sobre la construcción de la muralla. La teoría más reciente pertenece a Retuerce, uno de los miembros de la excavación de 1985, la cual dejó al descubierto un importante lienzo de muralla. El citado autor considera que la construcción de ésta fue muy lenta, por lo que se desarrolló en un dilatado espacio de tiempo. Según Retuerce, las diferentes facturas de los sillares no se deben a épocas sucesivas de construcción, sino a que se cuidaron mucho más los cimientos y el exterior que el interior y la coronación por una razón estratégica y de economía de medios. Se pretendía que los foráneos divisaran una perfecta construcción, signo del poderío de la ciudad, mientras que los habitantes de Madrid contemplaban unos muros algo más toscos, pero al mismo tiempo más baratos.
Los lienzos de la muralla estaban jalonados por un número considerable de torres, que servían para dar una mayor solidez a la construcción; al mismo tiempo contribuían en el caso de un ataque exterior, a facilitar la defensa. La proximidad de estas torres puede comprobarse en los 118 metros lineales de muralla conservados en la cuesta de la Vega. En este espacio debían de elevarse seis torres, la última de las cuales ha sido destruida recientemente al construirse la casa de la calle Bailén, 12. De hecho, aún pueden apreciarse algunos vestigios en la entrada del garaje de la mencionada vivienda, pertenecientes probablemente a la parte superior de la torre, ya que buena parte de ella debe encontrarse sepultada. La construcción de esta vivienda sin una excavación previa ha hecho que se pierda una valiosa oportunidad para el mejor conocimiento de la muralla islámica.
La famosa torre Narigués, convertida con el paso de los siglos en símbolo del pasado islámico de Madrid, se encontraba probablemente entre la torre sepultada y la puerta de la Vega. Sin restos materiales que nos orienten, es difícil precisar su emplazamiento respecto de la muralla y, por tanto, su verdadero valor defensivo. No obstante, ha sido considerada como el punto de arranque de la nueva muralla cristiana, que tenía como objeto integrar los arrabales en el recinto murado. De esta hipótesis proviene la importancia de esta torre, cuya localización fue uno de los objetivos, lamentablemente incumplidos, de la excavación de 1985.
Para completar nuestra idea de la muralla islámica, debemos imaginarla no sólo articulada por torres y puertas: existían abundantes portillos, a lo largo de su perímetro. Sin los riesgos y gastos que suponía la construcción de una gran puerta, eran accesos más operativos, que a veces servían para dar salida a los pequeños y numerosos cauces de agua existentes, así como para evacuar las aguas residuales. En el lienzo conservado en la cuesta de la Vega se aprecian perfectamente varios portillos y también alguna alcantarilla por la que se vertían las aguas sobrantes.
Los arrabales
La guarnición militar fue atrayendo a una población civil progresivamente más numerosa. Se trataba, en un principio, de las familias de los guerreros acantonados, junto con gentes que venían a cubrir las necesidades que éstos generaban, como comerciantes, artesanos y, también, prostitutas, jugadores, quincalleros, etc.El paso del tiempo fue dando estabilidad y permanencia a esta población, que iba conformando los primeros arrabales. La vecina colina de las Vistillas era el emplazamiento que ofrecía mejores posibilidades por su fácil comunicación con la ciudadela a través de la puerta de la Vega. Para salvar el cauce de agua que separaba ambas colinas, se construyó un puente que más tarde se conoció como alcantarilla de San Pedro. Probablemente, se establecieron arrabales también frente a las restantes puertas. El cercano a la puerta de la Sagra tenía un carácter rural, puesto que se componía de numerosos huertos y tierras de cultivo. El arrabal que se formó próximo a la puerta de la mezquita adquirió una importancia similar al de las Vistillas, aunque hubo de esperar a la conquista cristiana para alcanzar su máxima importancia, como el ámbito de expansión de la ciudad.
Sin embargo, al principio de la época cristiana fue el de las Vistillas el arrabal más próspera, tal como nos lo indican las distintas actuaciones arqueológicas que se han efectuado en esa área. Conocemos la extensión del recinto y la presencia de población en la época andalusí por el hallazgo de un «qanat» o viaje de agua y de diversos restos de cerámica. El viaje es una conducción perfectamente construida que recogía el agua de alguna de las numerosas fuentes existentes en Madrid y la transportaba a esta colina, señal de la existencia de numerosa población estable en la zona, y del nivel de desarrollo técnico al que se había llegado en la ciudad por aquel entonces. Asimismo, las piezas recogidas confirman que la actividad económica estaba especialmente concentrada en el arrabal de las actuales Vistillas.
Fuente: Juliá, Santos; Ringrose, David; Segura, Cristina. Madrid. Historia de una capital. Madrid. Alianza Editorial y Fundación Caja de Madrid, 1997.
EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN
LA CASA DE SAN ISIDRO
INTERVENCIONES DE 1989 A 1997
OLGA VALLESPÍN GÓMEZ Arqueóloga
E
n 1989, con motivo de la celebración de la capitalidad cultural de Madrid, el Ayuntamiento propuso la construcción de un Museo dedicado a la vida de San Isidro en el solar que ocupara, hasta su demolición en 1974, la casa palaciega de los señores de Luján o de los Condes de Paredes, según el proyecto del fallecido historiador Santiago Amón, que incluía el Madrid islámico y el cristiano durante la Edad Media hasta la instalación definitiva de la Corte (Amón, 1989)'.
En aquel momento ya se había recorrido un importante camino en la investigación arqueológica de Madrid, si bien orientado, a partir de 1940, principalmente al estudio y conservación de las murallas medievales, declaradas Monumento Nacional en 1954. A cargo de la Subdirección General de Arqueología (Ministerio de Educación y Ciencia) con la contribución del Ayuntamiento de Madrid, a través de sus instituciones, principalmente del Museo Municipal, se realizaron las primeras excavaciones encabezadas por D. Martín Almagro Basch, D. Luis Caballero Zoreda y Doña Carmen Priego, y seguidas por D.a Hortensia Larrén Izquierdo, D. Manuel Retuerce Velasco y Doña Araceli Turina, (Mena, 1990). La Comunidad, apoyada en la Ley de Patrimonio del 1985, podía exigir ante la presunción de existencia de restos arqueológicos la realización de excavaciones. Y para reforzar la protección de los mismos tomaba medidas decisivas como la incoación del expediente para la
1- Deseo expresar mi agradecimiento a los organizadores del ciclo de conferencias Testimonios del Madrid Medieval, por la invitación a participar en las jornadas sobre el Madrid Islámico, que nos permiten divulgar los resultados de las excavaciones y así cumplir con uno de los fines primordiales de las investigaciones arqueológicas. De acuerdo con E. Serrano, la conferencia se ha dividido en dos partes. Remito al lector al plano de la excavación que figura en la parte firmada por esa autora
declaración de Bien de Interés Cultural de todo el Recinto Histórico de Madrid en noviembre de ese mismo año (Mena, 1990). Afortunadamente, en este caso se conjugaron otras circunstancias favorables al patrimonio histórico, pues el solar estaba amparado por medidas protectoras del Ayuntamiento, incluidas en sus planes urbanísticos, y por la Comunidad, por estar ubicado en la "zona 3 de máxima protección arqueológica" dentro del Plan General de Madrid de 1985. De forma que los responsables de la Comunidad de Madrid, siguiendo su política preventiva del Plan de Protección del Patrimonio Arqueológico, condicionaron la construcción del Museo a la comprobación de la existencia de restos arqueológicos en el subsuelo y, en su caso, a la excavación arqueológica de los mismos. Gracias a actuaciones como esta y a las que se llevaban cabo en el interior del recinto histórico, como las de la plaza del Rollo y de la calle de Segovia (Pérez Vicente 1990), que después aumentaron considerablemente en número, la arqueología urbana se abría paso y apoyada en ella comenzaba a desarrollarse la arqueología como profesión libre. Este planteamiento significaba la consolidación de una forma de actuar, aunque producía un fuerte choque con los intereses de constructores y propietarios en el intento de impedir que desaparecieran del subsuelo sin documentación alguna las huellas del pasado histórico.
El solar elegido estaba situado en uno de los barrios con más solera del Madrid antiguo, el barrio de San Andrés, en el interior de la antigua zona amurallada, pero su aspecto era tan deplorable que acentuaba el estado de abandono de la plaza. No obstante, aunque la construcción del Museo significaba una mejora, que más de diez años después no deja
a dudas, en aquel momento supuso una gran decepción y rechazo, podan los vecinos esperaban un parque de acuerdo con la anterior calilicación d(-1 terreno como zona verde.
urbana cristiana dentro del llamado segundo recinto, en referencia a la muralla construida en Madrid a partir de la conquista cristiana de Toledo por Alfonso VI en 1085. La fortaleza de Madrid, que con fama de inexpugnable fundara Muhammad 1 a mediados del siglo IX, había significado una de las claves para la defensa islámica de la Marca Media de al-Andalus. La fundación de la parroquia de San Andrés con un cementerio en torno a ella, documentada desde los primeros años del siglo XIII, por un privilegio real de 1202, juega un papel fundamental en el urbanismo posterior de la zona de la colina donde se asienta, aunque seguramente el factor que daba mayor interés al solar era el peso de la tradición que relaciona con el patrón de Madrid la capilla y el pozo conservados en el mismo. El informe histórico realizado con motivo de la construcción del Museo (Marín y otros 1989 a y b), a través de un detallado estudio de la documentación, ponía de manifiesto que, aunque las tradiciones en torno al santo arrancan del siglo XIII (a partir de la obra de Juan Diácono), hasta el siglo XVII no se asocia el solar documentalmente al recuerdo de la casa de los Vargas, donde vivían San Isidro y Santa María de la Cabeza cuando venían a Madrid desde Torrelaguna a labrar las tierras de su señor, y el pozo en que realizó el milagro de salvar la vida del niño. Y existen dudas bien fundadas de que haya habido una transmutación del lugar en que se situaba la casa de los Vargas de la Morería (Luján 2002). No obstante, la incertidumbre sobre el origen medieval de la casa y del pozo se mantenía a la espera de los resultados de las excavaciones arqueológicas. La tradición popular continuaba siendo bastante fuerte. Al comenzar las excavaciones los vecinos recordaban con añoranza la romería, que con motivo de las liestas de San Isidro se realizaba para beber agua milagrosa del pozo, a pesar (le que hacía quince años que había quedado interrumpida con la desaliariciím del edilicio.
los lienzos de la muralla hasta la Puerta de Moros (título del cual deriva la muralla de los blasones del escudo de la familia que orna el patio del palacio). Su hijo Juan el Bueno ya aparece como dueño de unas casas en San Andrés, en las cuales habría que ver el origen del palacio (Vallespín, 1990). Cuando se funda el mayorazgo, en 1521, probablemente ya estaría construida la casa, con patio arquitrabado, al estilo de la escuela toledana de los arquitectos de los Reyes Católicos, con paralelos en el Castillo de Batres (1.430) y Monasterio del Paular (1.481).
ANTECEDENTES
Las excavaciones efectuadas hasta el momento habían puesto de manifiesto una ocupación del cerro de San Andrés desde la Edad del Bronce, con abundantes restos islámicos como precedente a la ocupación cristiana. Por la presencia de numerosos silos y pozos rellenos con interesantes conjuntos de materiales islámicos, entre otras, en las calles Cuesta de la Vega, Espejo, Cava Baja y en la plaza de los Carros (Retuerce, 1985, Caballero, 1983, Priego, 1990). Aunque había pocas evidencias arqueológicas, pues muchas se han perdido, tampoco era nueva la sugerente hipótesis que busca una raíz anterior a la época islámica y qu(está documentada por una serie de villas romanas de baja época y hallazgw, sueltos, representados principalmente por inscripciones (Caballero, 1983 y Valdés, 1992), así como algunos fragmentos de cerámica roman;l (Caballero et alü, 1985b). Precisamente hay una, si bien antigua, notici;i que a veces pasa desapercibida, la cual da cuenta de la aparición en el sigl() XVII de un miliario desaparecido, que podría haber sido encontrado in VI/// en Puerta de Moros (Carrera De, 1994). Este dato apoya la hipótesis (le n¡¡.¡ originaria población romana y visigoda y da un interés especial al solar (liu nos ocupa, que estaría en torno a un importante camino (le 'Toledo ha
islámicos, posibles asentamientos, pozos, silos y restos de construcciones, parecía muy probable que continuase por el solar el viaje de agua hallado en la plaza de Los Carros, de adscripción islámica según sus excavadores (Priego, 1990).
FASES DE I.A 1NTERVI:NCIóN
El solar situado en la parte más alta de la ladera norte del cerro de Las Vistillas o de San Andrés (646 m de altitud), acusaba un sensible declive hacia el norte, con unos 3 m de diferencia de cota entre un extremo y otro. Su excepcional amplitud (2.030 m2), pues todavía no se había abordado la intervención de la Plaza de Oriente, creó grandes expectativas respecto a las novedades que su excavación podría aportar. Geológicamente el cerro es la consecuencia de la erosión de las terrazas cuaternarias del río Manzanares. Está formado por materiales detríticos, compuestos por arenas arcillosas, que se asientan sobre otros pliocénicos que a menudo contienen capas freáticas a mucha profundidad.
Al hacernos cargo de la excavación el solar se encontraba convertido en un vertedero. Al sur, una caja de ladrillo protegía la capilla dedicada a San Isidro, que había sido respetada en la demolición, dentro de la cual se hallaban las pinturas murales de Zacarías González Velázquez (Carrera de, 1994) en mal estado de conservación, una conocida inscripción de 1789 y una pila de mármol; se conservaba también una leyenda pintada en la pared que recordaba el lugar que ocupara una desaparecida rueca de Santa María de la Cabeza. Al aire libre, junto a la capilla, el pozo del milagro cubierto por un brocal de cemento y con una tapa de hierro bien cerrada. Al pie de la Capilla del Obispo, junto a una caseta de obras abierta llena de desperdicios y pintadas recientes, yacían los elementos arquitectónicos de granito del patio, columnas, arquitrabes, capiteles con rosetas y el escudo de los lujanes, tallados en granito y grandes vigas de madera decoradas con las mismas rosetas.
Prácticamente coincidiendo con las fiestas de San Isidro, comenzaron con carácter de urgencia las excavaciones arqueológicas en la Casa de San
Isidro que se desarrollaron en cinco fases. La primera, entre mayo y junio de 1989', de acuerdo con los objetivos marcados y ante la variedad de los restos previstos, se orientó a obtener una visión general fiable de la existencia de restos arqueológicos en el solar en el menor tiempo posible mediante sondeos previos, teniéndose desde el primer momento muy en cuenta la posibilidad de conservación de los restos que se fueran exhumando. Se reservó para abordar más adelante el estudio de la capilla y el pozo, a pesar de que uno de los centros de interés radicaba en la obtención de datos sobre su origen y cronología debido a la tradición de los mismos. Mediante los sondeos se comprobó la existencia de los restos del palacio tal como se había supuesto, la cimentación y arranque de los muros, así como una secuencia de modificaciones y reformas posteriores, la red subterránea de canalizaciones y saneamiento, la demolición y el abandono del solar. Bajo los cimientos del palacio se detectaron diversas estructuras subterráneas, fosos, pozos y silos rellenos con materiales islámicos principalmente (Vallespín et al¡¡ 1989).
Ante estos resultados, la Comunidad de Madrid resolvió en las bases arqueológicas del concurso de arquitectura, que el Ayuntamiento y el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid convocaron al efecto (División de Rehabilitación de la E.M.V., 1989), la necesidad de realizar la excavación total del solar previa a la construcción del Museo y la recuperación de la planta del palacio, pudiendo determinarse la conservación de otros restos de interés que pudieran aparecer (Concurso de Arquitectura del Museo de San Isidro, 1989). El primer premio del concurso recayó sobre el proyecto Síntesis del arquitecto Quintás Ripoll, que mantenía el "compromiso entre arquitectura e historia" (Gutiérrez Marcos, s/f) y recuperaba la presencia y el espacio histórico del palacio respetando la planta.
2- Dirección: arqueólogas Doña Olga Vallespín Gómez y Doña Elena Serrano; Restauración: arqueólogo y restaurador D. Miguel Angel López Marcos; Peones: entre 6 y 8 de la empresa constructora POERSA, Empresa Municipal de la Vivienda; Financiación a cargo del Ayuntamiento de Madrid, a través de la Empresa Municipal de la Vivienda; Supervisión técnica de la CAM: Doña Pilar Mena Muñoz
Como resultado de los primeros trabajos se excavaron 18 cuadrículas, con una extensión de alrededor de 32 m'. No se detectaron restos de la supuesta continuación del viaje de agua, ni del cementerio de San Andrés, ni estructuras defensivas que pudieran corresponder a la muralla. A medida que se confirmaba la identificación de los restos arquitectónicos que continuaban exhumándose con el derribado palacio, la excavación se orientó decididamente a obtener toda la planta. Ya en esta primera fase destacó la riqueza del yacimiento en estructuras subterráneas, registrándose 16 posibles silos, pozos o fosas, perfectamente visibles bajo los estratos de palacio como manchas negras en el terreno. Con buenas condiciones de luz y remojando la tierra se perfilaba su sección redondeada excavada en el terreno natural de arena arcillosa de color amarillento (conocida como "arena de miga") y colmatados por tierras más oscuras. Siguiendo las directrices de la Comunidad, por no retrasar la marcha de los trabajos, solamente se excavaron dos de ellos (Al y FVI) para que sirvieran de orientación y así poder realizar estimaciones y hacerlas extensivas a los demás (Vallespín et alii, 1990).
En la segunda fase 3, desarrollada a continuación, se acometió la excavación total del solar concluyéndose las dos terceras partes del mismo (800 m2). Se registraron 29 nuevos posibles silos, ascendiendo a un total de 45, de los cuales solamente se excavaron 12, siguiendo el mismo objetivo que en la fase anterior, la mayoría resultaron ser efectivamente silos rellenos de cerámicas islámicas, solamente 2 de ellos respondían a pozos de agua (Vallespín et al¡¡, 1990). Aunque se presuponía la aparición de este tipo de estructuras que han sido tomadas también como basureros, lo más significativo, como se había apuntado en la primera fase de sondeos
previos, estaba representado por la abundancia de los mismos y la fuente de información que podían suponer para el estudio histórico de al-Andalus (López Marcos et al¡¡, 1989). Además localizaron en el área más próxima a la casa parroquial de San Andrés los primeros enterramientos del cementerio de la parroquia (Vallespín et al¡¡, 1990).
A finales de octubre, por decisión de la Dirección General de Patrimonio, se interrumpió la ejecución del proyecto deteniéndose las excavaciones, para dedicar los dos últimos meses del mismo, al tratamiento de los materiales obtenidos hasta el momento: lavado, siglado y dibujo, así como a la redacción de la memoria 4. En ésta se recogió un proyecto de conservación de algunos silos de la parte sudoccidental del solar, dada la resolución de la Comunidad dictada en las bases del Concurso de Arquitectura que amparaba la conservación de posibles restos de interés y la oportunidad que ofrecía la propia construcción del Museo sobre el yacimiento, que permitía que algunos silos originales se reservaran para ser expuestos, incluso con materiales en su interior, como una excepcional forma de conservar y disfrutar de la historia de la colina de San Andrés.
En la cuarta fase', que se inició mas de un año después, en marzo de 1991, se pretendía abordar la excavación de la zona norte del solar y, por fin, el vaciado de los silos, pozos y fosas. Efectivamente, se completó la excavación del cementerio de San Andrés y la parte norte ¿el solar, registrándose 12 estructuras subterráneas más. Se excavaron 31 fosas y silos, de las cuales 27 contenían materiales islámicos y el resto más tardíos realizándose análisis arqueo bótanicos. Así, al finalizar esta fase, cuando se había excavado casi todo el solar, a excepción de la zona de la capilla, el sector de la entrada del mismo y el pozo del milagro, así como algunas
manchas y parte del silo-pozo (FVI), se confirmaba la tónica marcada en un principio en cuanto a la abundancia de estos depósitos subterráneos, arrojando un número total de 57, de los cuales 44 poseían materiales islámicos, 2 respondían al tipo de pozos de agua (uno con materiales islámicos y otro cristianos respectivamente) y el resto a fosas, pozos negros o ciegos de datación posterior.
Después de un largo periodo de obras del Museo, entre enero y febrero de 1997, se acometieron las excavaciones pendientes en la capilla y el pozo del milagro', cuyos resultados permanecen inéditos (Serrano et alf, 1997 y 1998). Se inició también la excavación de uno de los silos que han quedado bajo el suelo del ala sudoccidental del Museo, construido intencionadamente sobrevolado con el fin de que se pudiera llevar a cabo el citado proyecto de conservación de silos. Se tomaron muestras por flotación de las tierras de relleno de los silos con el fin de analizar los restos vegetales.
EXCAVACIÓN
Por los inconvenientes que representaba y ante la necesidad (le excavar todo el solar antes de que se iniciara la construcción del Museo (le San Isidro, se desechó la idea de realizar sondeos puntuales aleatorios. Con el fin de que resultara operativo para futuras ('ases de excavación se adaptaron los sondeos a un proyecto (le exc,wición ioini del ~m1in,
adoptándose el método clásico de excavación en área, (Wheeler, 1954). Se subdividió el solar en cuadrículas de 5 m de lado, respecto de un eje de coordenadas con una orientación S-N y O-E'. Entre ellas se dejó un testigo (le I ni de anchura con objeto de mantener los cortes estratigráficos y iililicai Imui cl m arrro ele tierras sin dañar los restos exhumados.
Los sondeos se fueron abriendo en las cuadrículas de forma intercalada. Inicialmente a partir de los resultados de la excavación previa de pozos de sondeo delxl m en cada cuadrícula $. A partir de la cuarta campaña se adoptó el método de excavación en área abierta sin dejar testigos (Barker, 1977) y el sistema de registro mediante fichas de unidades estratigráficas con diagramas estatrigráficos (Harris, 1979), por su mayor agilidad en los procesos de excavación, sin perder precisión en la posibilidad de interpretación de las secuencias cronológica'. Se cambió la numeración de los silos, quedando sin numerar los que no se excavaron `.
En cuanto a la estratigrafia, por lo general una espesa capa de escombro cubría los restos del edificio demolido, bajo ésta se encontraban en algunos sectores suelos de instalación reciente de la última fase de ocupación del edificio, sobre otro nivel de escombros y uno o varios nuevos solados de palacio superpuestos que descansaban directamente sobre el terreno natural. Éste se encontraba sensiblemente rebajado y nivelado en la parte correspondiente a la planta de palacio, principalmente en el ala oriental que tenía planta sótano. Debido al sistema de construcción de la época, que debió arrasar cualquier nivel de ocupación anterior al palacio, se conservaban bajo el mismo solamente las estructuras subterráneas, entre ellas los silos, y aún éstos aparecían cercenados por su parte superior. No obstante, en algunos escasos sectores, como son el patio del palacio y algunos puntos al norte del solar, se conservaban sobre el terreno natural diversos e irregulares estratos de "echadizo" anteriores a su construcción con materiales arqueológicos, cerámicos y óseos.
Entre los restos asociables a al-Andalus ", los elementos más destacables estaban representados por los silos, que se encontraban dispersos por el solar formando en algunas ocasiones zonas (le mayor concentración. Presentaban siempre la sección (le 1,1 planta rirc~ilar I)(-r1)
respondían a diversos tipos en cuanto a su forma y capacidad, tendiendo a cerrarse hacia la boca y presentando muy a menudo base plana. Casualmente el primero en excavarse (A-1), que sirvió de modelo para el curso de las excavaciones, continúa cumpliendo la misma función, pues al final de los trabajos resultó ser el menos afectado por la construcción del palacio, debido a su situación en el ángulo sudoeste correspondiente a la entrada más antigua, aunque lamentablemente tampoco conservaba la boca y por tanto el sistema de cierre (2,38 m x 1,88 m) '2. Se excavó seccionándose por la mitad para observar el perfil de su alzado, de forma oval, y la estratigraficación de las tierras del depósito interior. Se hallaba bajo una arqueta que desfiguraba la boca, siendo el estrato superior de escombro (-13 cm), ladrillos, teja, cal y otros restos. correspondientes a la fábrica del palacio, a continuación tierra parda con materiales (-193 cm), una capa de arena arcillosa similar a la del terreno (-213 cm) y otra de tierras pardas con materiales (-238 cm). No se observó preparación o recubrimiento de las paredes del silo, aunque sí mostraban una superficie muy lisa, ni en este ni en ningún otro. A excepción del silo de la capilla que poseía testigos de una capa de arcilla quemada (3-10 cm de grosor) y donde se documentó también en el estrato inferior semillas en estado de fosilización que demuestran la función original de estas estructuras como silos de almacenamiento de grano. Se obtuvo una considerable cantidad de fragmentos de gran tamaño y poco rodados (que permitían componer las piezas casi por entero) de cerámica hispano-musulmana principalmente, de entre los siglos IX y XI, similar al de la mayoría de los silos, y algunos fragmentos más antiguos de tradición hispanovisigoda.
La mayoría de los silos fueron excavados manteniendo su forma, vaciando su interior estrato a estrato, cuando las dimensiones lo permitían, primero fina inilad v luego la otra, para ver y documentar la estratigrafia de
la manera más gráfica y exacta posible. A partir de la misma se ha podido establecer en cada uno de ellos una secuencia de estratos con materiales, que en ocasiones tenían intercalados estratos de arenas amarillentas, propias del terreno, totalmente estériles. En algunos casos se comprobó que estratos de diferentes texturas, colores y situados a diferente cota, los cuales fueron registrados individualmente, eran coetáneos pues contenían fragmentos de una misma pieza cerámica. Se dio también el caso de un silo (BII) cortado por su parte superior, de 100 cm de diámetro y tan sólo 80 cm de altura conservada, que respondía a una forma poco común, cilíndrica y con la base apuntada. Se encontraba relleno de arenas amarillentas casi completamente estériles, pues solamente se recogieron dos fragmentos de cerámica muy rodada y sin estratificar. Otro (FVI), también excavado en la primera fase y situado al sudeste del palacio, tenía la particularidad de continuar a partir de su base en forma de pozo estrecho de sección ovalada. Aunque solamente se vació la parte superior por cuestiones de seguridad ante posibles derrumbes, (a 4 m de profundidad empezaron anotarse filtraciones de agua evidenciándose su verdadera función de pozo), pudimos anticipar que los materiales que lo cegaban eran más tardíos que los del anterior. Las cerámicas tenían paralelos con la "de repoblación", fechada entre los siglos XII y XIII (Turina, 1987), siendo lo más destacable el material metálico por los datos cronológicos que pueden aportar. Como resultado de los análisis, se identificaron tres piezas de los siglos X-XII y una posible moneda del XV que permiten establecer una fecha post quem al cegamiento del pozo, a partir del siglo XII. Otro dato muy interesante para establecer una secuencia cronológica lo proporciona el hecho, que resultó bastante corriente, de que un silo cortara a otro, cuando el primero debía encontrarse totalmente relleno y con la tierra compactada. I ,o gile significa que el abandono de algunos silos es anterior a la ejecución de otros, siendo los conjuntos cerámicos dile contenían ili1i_v lu~mi~~ínr~~s I :1 sorpresa estuvo representada por el depósili) del sil(1 f I VI/( IVI), dc .'1111 ,-iii ilr ~li:'liiulni N I-I11 ri11 ele (ti¡(. :1 ti¡¡., tic I.t. l1pi, iiix,
deterioradas, dos pequeños fragmentos de sigillata clara. Se hallabanen el estrato más profundo junto a 116 fragmentos de cerámica selecta hispanomusulmana, bajo un estrato intermedio estéril y el superior con materiales arqueológicos también islámicos. Estos dos fragmentos atnque representan una excepción en el conjunto, no fueron los únicos pws se registraron algunos fragmentos más en otro silo.
existencia de un núcleo de población relacionado con labores agrícolas en la ladera de norte del cerro de San Andrés y que parece haber ido en aumento a partir, al menos, desde el siglo X. Solamente se documentaron dos muros, situados a la altura de la casa parroquial, muy distintos a los del palacio y anteriores al mismo, que quizá se relacionen con la parroquia de San Andrés o algún edificio anterior. El primero, de 0,93 m de altura y 0,69 m de grosor, con escasos cimientos y mampostería de sílex de tamaño irregular con ripios de ladrillo, trabado con cal y arena. Presentaba el aspecto de haber sido demolido y quedaba parcialmente debajo del ábside de la Capilla del Obispo (1520-1535). El otro (0,74 m de altura conservada y 0,74 m de anchura), prácticamente paralelo al mismo, también era anterior a la Capilla porque al igual que éste estaba cortado por ella. Se diferenciaba sensiblemente del primero porque, aunque los mampuestos de sílex eran igualmente irregulares trabados con cal y arena, en este caso se encontraban alineados con una verdugada de ladrillos a 0,54 cm de altura y presentan sus caras vistas planas, al estilo mudéjar, con paralelos muy cercanos en algunos muros de la iglesia de San Nicolás. Los materiales de los estratos superpuestos respondían a tipos datables a partir del siglo XVI. Tanto en el plano de Witt como en el de Teixeira (s. XVII) se sitúa en este punto una edificación de planta cuadrada correspondiente a San Andrés, similar a una torre, que podría identificarse con estos muros.
En el pórtico, delante de la capilla de San Isidro, bajo un suelo de losetas blancas y negras de la última reforma de la capilla (1789), se localizó un pequeño horno excavado en el terreno natural de arena de miga. Estaba compuesto por una estrecha zanja de acceso desde el sur (praefornium), que conducía hasta la cámara de combustión de planta circular con dos salidas de humo, sobre la que se apoyaba una base ele arcilla fragmentada y quemada. La parte superior, desaparecida, se adivinaba por el arranque de las paredes exteriores que Ionnarí:~n un:I Cubierta abovedada, la dial por su parle interior se clic Iwrrul;i lwr
correspondiente a la construcción de la caja de ladrillo que protegió la capilla después de la demolición. En el interior del horno, la tierra era de color pardo, muy suelta, con abundantes restos de carbón y ceniza; fragmentos del propio crisol, de tejas, de ladrillos, algo de hueso, restos de cobre muy deteriorado y escorias; así como algunos fragmentos de cerámica común. Una vez más, el arrasamiento de los estratos superiores y del horno, construido directamente sobre el terreno natural, nos impide la datación relativa. La cerámica recogida, de tipo común y sin decoración, tampoco permite hacer una estimación al respecto. Sin embargo el hecho de que se encontrara por debajo de la cimentación de los pilares que sujetaban las columnas del patio, permite afirmar que su uso y construcción son medievales, al menos, anteriores a la del palacio. Se trata de un arcaico horno doméstico de pan y otros alimentos, cuya forma tiene un origen muy antiguo y larga tradición, por lo que puede adscribirse tanto al mundo islámico como al cristiano.
Por lo que respecta a la capilla, la primera referencia de la dedicación al Santo es la que figura en la citada inscripción, en 1608, aunque, según la documentación de la casa en esa época (Marín y otros, 1989a), no consta ninguna alusión a la misma sino a un oratorio en el piso de arriba que utilizaba el Nuncio, huésped de aposento desde 1561. La primera descripción de la casa de 1619, se refiere a una "caballeriza de veinte y (7inco pies de largo y 22 de ancho, con una lumbrera a la calle". El primer dato de que la capilla ya estaba construida en recuerdo de que allí vivió San Isidro, figura en la solicitud de exención de huéspedes de aposento realizada en 1649, en que Fadrique Enriquez de Luján abordó reformas en palacio y, seguramente como colofón de las obras en 1663: "se colocó la .,agrada efigie" del santo, según la referida inscripción.
terreno natural. Éste estrato de arena de miga, se encontraba a 1,20 m por debajo de la cota del último suelo (antes de realizar las obras del Museo en la capilla), y a 1,50 m por debajo de la cota del patio y habitaciones contiguas y presentaba una superficie bastante irregular, con numerosos hoyos pequeños y una depresión central, que lo cruzaba de lado a lado con cierto declive hacia el este, probablemente para drenar la estancia. Directamente sobre él, se hallaba una capa compuesta por un mortero de cal con algunos clavos de hierro y una impronta rectangular alargada, de lo que pudo ser un tablón de madera, por lo que se puede deducir que estaría cubierto por un entarimado, cuyas huellas también se han detectado en la escalera. El acceso a la misma se halló bajo la grada de mármol del altar. Constaba de siete peldaños por los que se descendía a 2 m de profundidad hasta una pieza que se encontraba cegada por el muro lateral oeste de la capilla. En el lado norte, sobre los peldaños de la escalera se superponía un muro de ladrillos de la primera época del palacio, de buena factura, que se encontraba cortado en su parte central y bajo el muro lateral occidental de cierre de la capilla. La escalera estaba completamente cegada con tierra y escombro de diferentes composiciones, depositados sin duda con la intención de instalar el altar. El oportuno hallazgo de una moneda de 16 maravedíses de cobre de Felipe IV (1664) permitió obtener una fecha pose quem de la anulación de la escalera, correspondiente a la primera reforma estructural de la estancia que supondría la instalación de la capilla. Por su forma, es muy similar a las de la cueva excavada en mina con cubierta de "lomo de caballo" de la Plaza de los Carros, que contenía cerámicas musulmanas entre el relleno (Priego, 1990). Sin embargo, en nuestro caso no se documentó ningún tipo de material islámico, aunque hay que señalar que las obras de fortalecimiento de la cimentación, acometidas en el proyecto de construcción del Museo, abrieron una zanja que inipidio documentar la posible relación estratigráfca entre el moro de ladrillo, I;i•; escaleras y los muros del palacio. uparle del
estructurales de la capilla. Éstos son anteriores al muro de ladrillo, el cual es evidente que se realizó después de que se revistieran de madera los escalones, cuya instalación está probada por unos agujeros o mec:7inales del mismo, pero no hay testimonios para determinar si su construcción fue inmediata. No se puede asegurar, por tanto, que la escalera pertenezca a la primera fase de palacio. Nada impide pensar que esta estancia, incluida la cueva, posterior a la construcción del silo, fuera anterior a la del palacio y que esta fuera la causa de la diferencia de nivel entre el resto de las habitaciones. Los hoyos del estrato natural pueden responder a huellas de la presión de pisadas o estructuras en un suelo blando por la rumedad, lo cual concuerda con el uso de la estancia como caballerizas en la primera época del palacio, que señala la documentación histórica. También se ajusta a las descripciones de la casa de San Isidro que la describen cerrmo un aposento bajo con cueva o bodegas (Luján, 2001), elementos que, por otra parte, son también muy propios de las casas medievales y modernas.
El pozo del milagro, que ha quedado incluido en el interior del museo, es de sección oval y está revestido de ladrillo. Como se informó en la primera campaña, tiene 20 m de profundidad y posee un gran caudal de agua que alcanzaba 3 m de profundidad. En la parte superior estaba provisto de una serie de tuberías de agua contemporáneas.
Una vez se hubo vaciado el pozo, debido a las buenas condiciones de seguridad y a la profesionalidad y buena disposición de los poceros, los miembros del equipo arqueológico pudimos bajar a examinar directamente sus características estructurales, constatándose dos fases de construcción. La más antigua, realizada con ladrillos similares a los de la primera época de palacio, en la que la cimentación del pozo de sílex y grandes vigas de madera se encuentra a 15 m de profundidad, posee una galería anular alrededor del inisino excavada en mina, con bóveda en forma de "lomo de
ele nix; de ' in ele allura, a la que se accede por unas estrechas Ix-rlw;i( I'()r debajo de esla eiinenlación, J poro pasa a
del propio palacio, uno de ellos en su cara visita presciila una rosa, ideiili(.1 al motivo ornamental del patio. La roseta proporciona el dato duc ;ilcsl i~!1ia una ampliación del pozo, por agotamiento del nivel freático o demanda de agua en la casa, que podría datarse hacia 1666 en que la condesa de Paredes solicitó que le concedieran agua del Arca del Humilladero (Marín y otros, 1989a). Los trabajos dieron como resultado la extracción del fondo del pozo de una cantidad media de escombros procedentes del derribo y algunas monedas, pesetas y duros entre el limo que debieron depositarse a raíz de reanudarse la romería los últimos años. Es evidente que el pozo debió ser limpiado totalmente por última vez poco antes del derribo del edificio. Así se vieron defraudadas las expectativas planteadas desde que se inició el estudio histórico y arqueológico del solar, por la imposibilidad de encontrar monedas o exvotos propios de un pozo milagroso, que permitirían datarlo, y por no poder realizar el estudio arqueobotánico previsto. Definitivamente, solamente se puede acudir a los elementos formales para su análisis, como son la sección oval de la primera fase de construcción del pozo, que responde al mismo tipo de los pozos medievales localizados en el solar, y la fábrica de ladrillo que pone de manifiesto que, si no se excavó, al menos se revistió de ladrillo en el momento de construcción del palacio.
Para concluir, se confirma la existencia de un núcleo importante de población después de la fundación islámica, con materiales datables a partir del siglo IX, que según se constata debió ir creciendo y aumentando considerablemente, continuando la ocupación en época cristiana. El cambio se manifiesta por la generalizada anulación de la función original de los silos que coincide con la construcción del segundo recinto amurallado, que pasa a proteger esta ladera del cerro a partir del siglo XII. Si bien, hay que subrayar, que la etapa musulmana estaría precedida por una ocupación romana tardía, cuya relación directa con la fabricación de los silos es difícil de establecer, debido a la anecdótica presencia de fragmentos de cerámica sigillata, pero de la que probablemente arranque la tradición de su utilización. Estos fragmentos ponen de manifiesto la existencia en la colina
de iiiia poblacionn lardorromana probablemente rural, instalada en función de una vía que discurriría por Puerta de Moros. Bajo esta perspectiva las ¡Ortalezas emprendidas por el emir Muhammad 1 en Madrid, Talamanca y otros puntos estratégicos, cobran sentido dentro de un estudiado plan de dclcnsa de la Marca Media que protegería esta vía de penetración a Tordo desde el norte.
EXCAVACIONES 2:
ELENA SERRANO HERRERO
MAR TORRA PÉREZ
INTRODUCCIÓN
Las exeavacíones arqueológicas llevadas a cabo en el actual Museo de San Isidro son fruto del proyecto inicial de Santiago Amón y Margarita Díaz, promovido por el área de Urbanismo e Infraestructura det Ayuntamiento de Madrid y Colegio de Arquitectos con la colaboración de la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid y la E.M.V. La Comunidad de Madrid promovió y autorizó la excavación total del solar ecumplimiento del Plan General de Madrid (1985) donde el solar fi`u-a como zona A de máxima protección arqueológica'. En este trabaio ~~ presenta una síntesis del regístro de época medieval íslámíca documert-durante las diferentes campañas de excavación realizadas en el solar de 1: Casa de San Isidro.
El solar analizado se encuentra localizado intramuros de la super:Z:e englobada por el segundo recinto amurallado de la ciudad medies al levantado en tiempos posteriores a la conquista cristiana. La eiudz¿ islámica debió exceder pronto los límites del primitivo recinto amura6iac_que no abarcaba más de 4 Ha. Probablemente a partir del siglo X. el a-e_ habitada se ampliarla hacia el Este, donde las fuentes hablan del arraó,:1 :-la axerquía y una amplíacíón hacía el Sur, donde se sitúan los cerros de S-Andrés y de las Vistillas. Desde al menos el siglo XI la zona donde ,localiza la Casa de San Isidro formaba parte de este último
(Fernández Ugalde et al¡¡: 1998). Son numerosas las intervenciones arqueológicas realizadas en el entorno y destacan las llevadas a cabo en C/ Angosta de los Mancebos, 3, C/ De los Mancebos, 3, C/ Don Pedro, 2, Plaza de los Carros, Plaza de la Paja, Capilla del Obispo, C/ Cava Baja, 30, 22 ó 10. Los vestigios arqueológicos islámicos de Madrid se concretan en silos subterráneos, pozos y ajuares domésticos procedentes de los estratos de abandono de estas estructuras. Salvo el lienzo de muralla de la Cuesta de la Vega, no se han reconocido estructuras edificadas. Las grandes reformas urbanísticas llevadas a cabo han implicado la transformación de la topografía original y la casi total destrucción de la estratificación de las fases precedentes', como por ejemplo la construcción del palacio de los Condes de Paredes (S. XVI) en el caso que nos ocupa.
En San Isidro, el registro arqueológico del período islámico se limita a la documentación de numerosos silos, dos pozos y los materiales arqueológicos procedentes de estas estructuras subterráneas cuando son abandonadas. El análisis de los materiales, fundamentalmente cerámicos, permite encuadrar en algún momento entre finales del siglo XI y principios del siglo XII esta actividad de relleno de silos y pozos, coincidiendo con la conquista cristiana de la ciudad (1085) y los años que la sucedieron. Parece bastante plausible la explicación de este proceso propuesta por A. Fernández Ugalde quien relaciona el fenómeno con la implantación de relaciones de producción feudal (Fernández Ugalde, 1994; 1997).
Esta datación viene apoyada por información aportarla por excavaciones arqueológicas realizadas en las proximidades ', investigaciones sobre la aparición y difusión de diferentes tipos de cerámico 4 y, fundamentalmente, por el registro procedente del análisis de una secuencia estratificada documentada en la ciudad de Guadalajara'
LOS SILOS SUBTERRÁNEOS
Este sistema de almacenamiento es el tipo de registro más habitual en la Comunidad de Madrid ya desde época prehistórica (Díaz-cel- Río Español, 2001). Como demuestran recientes investigaciones, durante el período islámico los hallazgos de silos se multiplican, tanto en ambientes urbanos como rurales y el caso madrileño es un buen ejemplo. Los silos subterráneos de época medieval son: "estructuras de almacenamiento a largo plazo características de formaciones sociales en general prefeudales, a menudo de raíz tribal, relacionadas con formas de propiedad familiares, privadas o comunales y, en general, con sistemas de distribución que permiten una cierta autonomía en la acumulación privada y domestica de excedentes" (Fernández Ugalde, 1994). Está ampliamente demostrado el principio tecnológico para la conservación del grano (Reynolds, 1979). Este sistema fue favorecido por lo apropiado del clima ibérico -zomo lo señalaron autores medievales, Yaqut o Al-Razi, que mencionan que el trigo podía ser almacenado durante un siglo gracias al excelente aire de Toledo
(Watson, 1998). Una de las consecuencias directas de esta capacidad de almacenamiento fue que los años de sequía y las crisis estacionales pudieron controlarse y favorecer la estabilización del precio de los cereales (Glick, 1994).
Los SILOS DL SAN ISIDRO
Durante las diferentes campañas de excavación se documentaron y excavaron un total de 37 silos cuya ejecución y uso se encuadra en plena fase islámica. Se trata de fosas de planta circular y cuerpos cilíndricos, piriformes, troncocónicos o de sección acampanada. Estos últimos resultan especialmente eficientes ya que se consigue incrementar la capacidad del mismo.
En cuanto al acabado se documenta, generalmente, un simple alisado interior. Tan sólo en el caso del silo 46, el localizado bajo la capilla de San Isidro, las paredes mostraban claros indicios de haber sido sometidas a la acción del fuego. Los resultados aportados por los trabajos de flotación de otros contextos nos muestran granos carbonizados que también pueden ser indicativos de estas quemas del interior. Como demuestran diferentes estudios, la limpieza del silo debe realizarse cada vez que éste se abra y se suele hacer mediante el raspado de las paredes o la combustión del interior (Díaz-del-Río Español, 2001).
En el caso madrileño y según trabajos recientes, las capacidades de estos silos oscilan entre los 13 y 34 Hl (Fernández Ugalde, 1994). En el Solar de San Isidro, la media de las capacidades varía entre 6,28 Hl y 43,2 Hl.
Se ha realizado flotación de varios contextos procedentes de silos'. Uno de los más espectaculares es el silo 1 donde de una muestra de tan sólo 5 1 se recuperaron 937 granos de trigo, no identificado dado su mal estado
6- Durante la campaña de 1991 el análisis de los macrorrestos botánicos fue realizado por Javier González Chamorro y en la campaña de 1997 por Leonor Peña-Chocarro.
de conservación. En el silo 5 los resultados de la flotación aportaron leguminosas, trigo, avena, vid y malas hierbas. Por último, en el silo 46 se recuperaron abundantes restos y cabe señalar el estado mineralizado en el que se encontraron parte de las semillas. En este caso lo más destacable es la identificación de la unidad estratigráfica 358, estrato localizado en la base que contenía un importante número de macrorrestos que pueden ser vestigio de la primitiva funcionalidad del silo'.
LOS POZOS
Otro tipo de registro relativamente habitual en las excavaciones realizadas en el casco urbano madrileño se refiere a los pozos". Desde época romana y fundamentalmente en época andalusi, el aprovechamiento de los acuíferos subterráneos para el consumo directo y el regadío es una constante. La captación de estas "bolsas" de agua, próximas a la superficie, se realiza mediante el empleo de dos técnicas distintas: Los pozos verticales, extracción directa del agua y galerías subterráneas horizontales' aprovechando los desniveles existentes entre la captación del agua y el punto elegido para la surgencia (Argemi Relat et alii, 1995). En el solar de la Casa de San Isidro se han excavado pozos simples de sección circular que no presentan ningún tipo de acondicionamiento`. No se han documentado indicios de consolidación en la parte del cuello aunque no debemos olvidar que se encuentran seccionados por las obras de construcción de la casa-palacio. Generalmente presentan pates enfrentados
7- El resto de las semillas proceden de las tierras que rellenaron y amortizaron los demás silos. I)esconoccinos que parte pueden ser considerados residuos originales del uso como tal. En el último caso señalada debemos comentar que, lamentablemente, el estudio final no ha podido llevarse a cabo por taita efe presupuesto.
para facilitar las labores durante su construcción y, posiblemente, para su mantenimiento.
Por otro lado, existen métodos más complejos para la extracción del agua: norias y cigüeñales (Argemi Relat et al¡¡., 1995). En cuanto a la noria, se admite que aunque conocida en tiempos preislámicos alcanza su difusión durante el periodo islámico. El agua se extraía mediante botes, arcaduces o cangilones o bien cubos atados a la rueda. Por ello la aparición de arcaduces en varias de las excavaciones a las que nos hemos referido (además de en San Isidro) es un indicador de la difusión de este ingenio hidráulico en el territorio madrileño. Se trata de recipientes cerámicos de forma tubular con hendiduras para atarlos a la rueda de la noria (Zozaya, 1981). Varios autores han estudiado su evolución tipológica a partir de ejemplares procedentes de excavaciones arqueológicas (Bazzana, et al¡¡, 1987; Acién y Martínez, 1989; Gutiérrez, 1995). En la excavación se han recuperado varios fragmentos de arcaduces alguno de los cuales se encuentra muy completo.
EL :ABANDONO DE SILOS Y POZOS
La siguiente actividad documentada se refiere a la amortización y abandono de las estructuras subterráneas de la fase precedente que se utilizan como basureros. La información que habitualmente ha generado la excavación de silos se refiere a estudios tipológicos y morfológicos de los materiales, generalmente cerámicos, procedentes de los estratos de relleno y que permiten encuadrar cronológicamente el momento de su abandono.
La formación de estos estratos es producto de la "limpieza" más o menos rápida de diferentes ambientes domésticos ". Este hecho ha provocado que en la actualidad los ajuares cerámicos procedentes de estos
silos reutilizados como basureros sean, numéricamente hablando, muy numerosos. Por ello su estudio puede resultar muy interesante ya que aporta conjuntos bien representados de los ajuares domésticos.
Otros estudios realizados se refieren al análisis de los macrorrestos botánicos y de fauna. Para este último se seleccionaron dos contextos, uno con materiales tipológicamente islámicos y el otro claramente posterior a la conquista. Las especies identificadas son bastante similares: caballo, vaca, oveja, cerdo, perro, gallina y pato común. Ciervo sólo en el de fase islámica I2.
LOS MATERIALES CERÁMICOS
Para abordar el estudio de los materiales cerámicos hemos seguido el esquema propuesto por autores como Navarro, Bazzana o Roselló Bordoy que proponen un análisis basado en la clasificación funcional de las piezas cerámicas. Por ello es importante, a la hora de asignar la función, atender al fin específico para el que se hizo la pieza y no los usos secundarios que se le pudieron dar. En esta clasificación funcional están presentes los siguientes grupos: vajilla de cocina, almacenaje, servicio de mesa, usos múltiples, usos adicionales, contenedor de fuego, uso arquitectónico y varios. Por otro lado, el estudio tipológico realizado por M. Retuerce de los materiales cerámicos de la Marca Media (Retuerce, 1998) nos ha permitido, a la hora de abordar nuestro trabajo, conocer o reconocer los diferentes tipos, en qué yacimientos se han encontrado y si se trata de materiales contextualizados o no.
Es importante señalar que la general ausencia de secuencias estratificadas, como en este caso, imposibilita no sólo el establecimiento de cronologías relativas sino, y en definitiva, la obtención de conocimientos sobre los ajuares cerámicos representativos de cada fáse. El análisis (le Ills materiales se va a limitar a una mera descripción sin orle mr Iuiedlm apori;II dataciones cronológicas Hables.
Detalle de la excavación
teniendo en cuenta la ausencia/presencia de determinadas técnicas como por ejemplo verde y manganeso o cuerda seca.
El material cerámico de fase islámica recuperado durarte las diferentes campañas de excavación procede en su totalidad de los 37 silos y los 2 pozos reutilizados como basureros. El número tetal de fragmentos asciende a 3.451. De la totalidad de los conjuntos hemos seleccionado varios contextos, concretamente los procedentes de los silos: l, 2, 4, 5, 26 y 46. El análisis funcional realizado permite señalar que presentan unas características muy similares. Se aprecia una importante diversidad funcional y tipológica representada por la existencia de piezas destinadas al servicio (le mesa (ataililres, limetas, jarritas, redomas y tazas), almacenaje tj;lrrlti, Iarnly orlas), cocina (ollas y cazuelas), usos múltiples (le)rillos),
1' :Illalfeti% y usos adicionales (tapaderas y
de cada uno de los conjuntos analizados. La variación en los porcentajes de v. de mesa y v. almacenaje no es muy marcada (36%-21%) mientras que en la v. de cocina los valores oscilan entre el 51% documentado en el silo -16 y el 18% del silo 2.
Otro dato de interés es el relativo a la representatividad de las cerámicas vidriadas en relación con el total de materiales recuperados. selecto y no selecto; el porcentaje de fragmentos vidriados oscila entre el 3% (silo 1) y el 15% (silo 5).
En cuanto a las técnicas decorativas documentadas en las cerámicas vidriadas 13 destacamos las conocidas como verde y manganeso y cuerda seca en sus dos variedades, total y parcial o de verdugones. Estas técnicas se encuentran siempre asociadas aunque varían los porcentajes. Por ejemplo en uno de los silos el verde y manganeso supone un 81% del total de la cerámica vidriada frente al 2% de la cuerda seca y en otro de los conjuntos analizados la primera de las técnicas supone un 10% frente al 16% de la segunda. Las piezas con vidriado melado se encuentran en dos de los silos y piezas con vidriado melado y trazos de manganeso tan sólo en el silo 2.
La diversidad tipológica es también muy indicativa. Según la tipología de M. Retuerce se han identificado un total de 17 tipos, en su mayoría pertenecientes al grupo de piezas destinadas a la presentación de alimentos, como ataifores, jarritas, tazas, limetas y redomas. Cabe destacar. por el contrario, que en la vajilla de cocina el 100% de los fragmentos identificados pertenecen a un mismo tipo, el conocido como "olla de escotadura en hombro" ".
Por último, nos vamos a detener en una serie de piezas cuyo hallazgo puede considerarse más novedoso.
13- La muestra selecciona procede de los silos 1, 2 y 46.
14- El tipo fue identificado por M. Retuerce y J. Zozaya en 1983. Posteriormente y a partir de las ecaa, _: realizadas en Calatalifa, M. Retuerce estableció su cronología islámica y lo definió como uno de lo, - cerámicos más representativos de la cerámica meseteña.
gran parte del territorio andalusí `S. Todos los ejemplares conocidos -procedentes de excavaciones arqueológicas- tienen la misma morfología. Según G. Roselló Bordoy el tambor actual no presenta relación alguna con los especímenes constatados arqueológicamente hasta el momento (Roselló Bordoy, 1991).
CONSIDERACIONES FINALES
El registro arqueológico de época islámica de la ciudad de Madrid se refiere, fundamentalmente, a estructuras subterráneas como son los silos y pozos y a los materiales procedentes de los estratos de relleno. El continuo crecimiento de la ciudad ha implicado importantes desmontes que han transformado la topografía original y destruido la estratificación de fases precedentes. La envergadura de estos desmontes explica la inexistencia de secuencias coetáneas al momento en que se hicieron y usaron la mayoría de los silos y pozos. Se puede deducir, no obstante, la ocupación de la zona a partir de estos indicios ya que es muy probable que cada silo o conjunto de silos se relacionaran con las viviendas. Cuando acometimos el estudio de los materiales éramos conscientes de que esa inexistencia de secuencias, general en la Frontera Media, impedía un análisis que no fuera el estrictamente morfo-tipológico. Cualquier intento de datación sólo podía apoyarse en la presencia-ausencia de determinadas técnicas que permitían encuadrar cronológicamente los ajuares cerámicos,
Así, en la mayoría de los conjuntos analizados se observaba una coincidencia en cuanto a las características generales, reflejadas en el apartado anterior, destacando la asociación de las técnicas de cuerda seca
y verde y manganeso. Parece comúnmente aceptado por gran parte de los investigadores que la cuerda seca alcanza su máxima difusión durante el
siglo XI (Moreno Garrido, 1987; Valdés et al¡¡, 2001) y que el Terde y manganeso, aunque de origen anterior en Córdoba y su alfoz (en la actualidad se data en torno a mediados del siglo X), en la mayoría d,- las regiones peninsulares se documenta por vez primera a inicios del s glo XI (Valdés, 2001: 356). En el caso de los ajuares cerámicos de San Isidro y a partir de la asociación de estas técnicas, se proponía una datación de la segunda mitad del siglo XI.
Esta similitud entre los ajuares procedentes de gran parte de los silos madrileños abandonados y fechados en algún momento de la segunda mitad del siglo XI fue debidamente observada y analizada por A. Femández Ugalde quien plantea como hipótesis que la oclusión generalizada d, los silos debe relacionarse con la implantación de las relaciones de procucción feudal (Fernández Ugalde, 1994 y 1997).
Podemos afirmar que se trata de ajuares típicos de la segunda pitad del siglo XI meseteño y, como demuestran intervenciones arqueológicas recientes '6, con perdurabilidad durante al menos los comien2o, del siglo XII.
Sin embargo, el problema que plantea el estudio de los materiales cerámicos que proceden de contextos no estratificados resulta obvio. Recientes excavaciones en yacimientos o solares con secuencias estratificadas están permitiendo determinar una serie de características para los ajuares cerámicos de las diferentes fases del período islámico. Ají, en el año 1999 realizamos una excavación en la ciudad de Guadalajara, unto al Alcázar, donde tuvimos la oportunidad de identificar y documentar una estratificación que para el periodo islámico permitía establecer 4 fase;. Lo más destacable de los materiales cerámicos, es la notable diferencia qxe se aprecia entre las últimas fases, la plenamente taifa y la inmediatamente
anterior. Se observa un cambio en cuanto a la diversidad tanto funcional como tipológica. En la fase pretaifa los conjuntos presentan una escasa variedad frente a la diversidad de la última fase. Por citar algún ejemplo concreto, en la vajilla de mesa se encuentran representadas tan sólo jarritas y redomas y en la vajilla de cocina las ollas son siempre de cuello vuelto y borde engrosado o bífido. En todos estos grupos las bases son planas, la decoración pintada apenas se documenta y los ejemplares vidriados, muy escasos, son siempre en verde y melado-dorado.
Por el contrario en la última fase se encuentran muchos más grupos desde el punto de vista de la clasificación funcional y con un repertorio tipológico muy superior. En este caso, en la vajilla de mesa se reconocen numerosos tipos. Llama la atención que en el grupo de vajilla de cocina las ollas identificadas son siempre de "escotadura en hombro". La decoración pintada es muy abundante y en las vidriadas, por vez primera se documentan las piezas en verde y manganeso, cuerda seca total y parcial, meladas, monócromas en manganeso, etc. El interés de esta intervención radica en la documentación de unos contextos claramente estratificados que ha permitido la obtención de una cronología relativa para unos conjuntos de materiales de fase islámica. Es un punto de partida que nos está permitiendo "reconocer" distintas fases de ocupación, abandono, etc. en sitios no estratificados. De este modo, en el año 2001 realizamos una intervención en un solar de Madrid (C/ Requena c/v Plaza de Ramales). Una vez más, el registro arqueológico de fase islámica se limitaba a la documentación de silos y pozos. El análisis de los materiales cerámicos procedentes de los estratos de relleno de estas estructuras nos permitió identificar dos momentos de abandono. Los materiales de uno de los silos se caracterizaban por la escasa diversidad funcional, los pocos tipos representados y el claro predominio de la cerámica bizcochada (tan sólo un fragmento vidriado, de forma cerrada, verde exterior y mcl;rulo-drn-a(Io interior). Las ollas identificadas eran de borde vuelto y nunca (le a
de los materiales, por el contrario, resultaban semejantes a los descritos para San Isidro y la fase IV de Guadalajara.
Sólo la identificación, excavación y documentación de sitios estratificados va a permitir reconocer primero y diferenciar después las "características" de unos ajuares cerámicos cuya tipología islámica resulta fácilmente reconocible pero que si no se encuentran asociados a determinadas técnicas resulta imposible datar con precisión. El ejemplo que hemos mostrado nos permite afirmar que los materia'es cerámicos recuperados en el solar de la Casa de San Isidro son plenamente taifas, que ninguno de los conjuntos puede datarse en una fase anterior y que es fundamental analizar los materiales procedentes de un mismo contexto conjuntamente. El análisis individualizado de determinadas piezas nos puede llevar a proponer cronologías erróneas. Una de las grandes aportaciones de la denominada "Arqueología tradicional" debe ser el reconocimiento de secuencias con materiales arqueológicos estratificados y debidamente contextualizados. Es la manera de obtener cronologías fiables y, en definitiva, generar conocimientos aplicables a investigaciones de largo alcance ya que sin los oportunos elementos datantes se pueden invalidar muchas de las interpretaciones realizadas a partir de un registro arqueológico cuya datación resulta imprecisa. Para ello es absolutamente necesario que publiquemos los registros completos de las excavaciones arqueológicas realizadas.
En el presente capítulo, titulado "Tras las huellas de la ciudad islámica", su autora, Cristina Segura, hace un fascinante recorrido por las calles y edificios del Madrid musulmán. Los escasos restos arqueológicos encontrados en la capital de España relativos a su pasado islámico no deben hacer olvidar el peso específico que ese legado, topónimo incluido, ha tenido en la postrera historia de la ciudad.
VIAJES DE AGUA
A diez kilómetros del pueblo de Manzanares el Real nace el río que lleva su nombre; recogiendo agua de algunos arroyos pasa por el Pardo y Madrid, luego, cerca de Vaciarnadrid, se incorpora al Jarama; afluente de este río es también el río Lozoya que nace entre la Piedra Lara, las Cabezas de Hierro y el puerto del Paular, pasando por Buitrago, donde se estaciona en el Pontón de la Oliva.
El agua de Madrid para su abastecimiento nace y sale entre arena áspera y roja, debido a las filtraciones de minas subterráneas, y se forman de las que derraman las sierras inmediatas, lo que la hace sumamente delgada y de excelente calidad, en la que no se encuentra color, olor ni sabor, adquiriendo las propiedades fundamentales para la salud.
La conducción por las antiguas, malas y sucias cañerías de plomo y barro constituían los «viajes de agua» de la Villa de Madrid. Sistema adoptado por Felipe II, que ya el arquitecto Villanueva declaró inconveniente y ruinoso.
Por el lado septentrional de las sierras de Guadarrama hay concavidades que sirven de madre a ríos y arroyuelos que desaparecen .y se pierden sin utilizarlos.
Desde muy antiguo se empleó en Madrid, para medir la cantidad de agua de las fuentes, una unidad métrica llamada «real de agua», nombre que procede de la cantidad de agua que sale por un orificio circular cuyo diámetro es igual al de un real de vellón; pero no había acuerdo en la longitud de este diámetro, que unos suponían (le 6,5 líneas, y otros de 7, ni menos en la altura de la carga, que unos suponen de una línea y otros de un dedo, contando desde el borde superior de los orificios.
De ahí que Polanco apreciaba en el año 1727, el real de agua, en la cantidad que sale por un orificio que produzca 9,266 pulgadas cúbicas por segundo, y por otro lado Barra fijó su valor en 2,98 pulgadas cúbicas.
ALCUBILLA
Tenía su nacimiento en la Dehesa de Chamartín y valle de la Alcubilla; caminando por diferentes pozos tapados con losas atravesaba el arroyo y el valle que bajaba al camino de Fuencarral; frente del que va a Chamartín había un arca de recogimiento con su desagüe que sale al arroyo, y de ella parte una línea de minas hacia el camino de Fuencarral, donde había dos pozos con losas, prosigue a orillas del camino hasta llegar a un arca de medida mayor fuera de la Puerta de Bilbao, continuando a las arcas siguientes: arca principal situada en la calle de Fuencarral frente a la de San Mateo, otra subterránea esquina a la calle de San Joaquín, arquilla en la Corredera de San Pablo, otra en la calle de El Escorial, otra en la calle Molino de Viento, existiendo otra en la mitad de esta calle; arca subterránea en la plazuela de San Idelfonso, otra en la calle de Santa María del Arco (desde 1904 calle de Augusto Figueroa), otra, esquina a la ya desaparecida calle del Carbón y otra en la calle de Desengaño; cambija (arca elevada sobre la tierra) en la calle de la Justa (parte de la actual Libreros), arca en la calle de Tudescos, cambija al lado de la Puerta de los Carros, en el Hospicio; cambija en la esquina de la calle de San Mateo, otra en la calle del Colmillo (hoy, calle de Benito Pérez Galdós); otra, esquina a la calle de las Infantas.
A este -virr,je— se le urna el cle Contreras 'armando uno sólo desde el pozo del resalfr donde se dividían (los ramales. El nacimiento de este último Lenta su arranque jun1.o al camino de las postas, en un valle más arriba rlvl nacimiento riel que va al convento de las Descalzas Reales, cr la vista del valle que llamaban de Noríeta, entre este camino y la callr, rle 1< ur,ru~arral, donde había pozos empedrados cubiertos hasta llegar :r otro tapado con una losa llamada del «resalto», donde se reunía con el de Alcubilla continuando el itinerario siguiente: arca subterránea frente a las Comendadoras de
LA CASTELLANA
Su nacimiento era desde un pozo empedrado en l(>_ casa de Maudes, desde el cual partían dos minas cortas, ~ derecha camino de Chamartín y otra a la izquierda cama_ Fuencarral, pasando ambas hasta la vereda que atraviesa el cara. no de Maudes a Chamartín donde había un pozo empedrado cubierto de remate de piedra en el valle de la Guindalera, donde había otra losa que tapaba un pozo recogiendo las minas de las arcas siguientes: Cuesta de Santa Bárbara, cambija en la calle de San Mateo, arca de los Galápagos, arca en las Cuatro Esquinas esquina a la calle de San Marcos y San Antón; cambija en la calle del Soldado, cambija esquina a la calle de las Infantas, arca en Capuchino, arca subterránea en la calle de Hortaleza, otra igual en la mina de la Red de San Luis, otra en la calle de la Abada; cambija en la calle de Caballero de Gracia, cambija en la calle de la Virgen de los Peligros, arca en la casa del marqués de Santiago, arca en la esquina de la calle Ruz y Victoria, cambija en la plazuela de Canta Ana, arca junto al campanario de San Sebastián; arca subterránea en la calle de las Urosas; arca en la calle de la Cruz y Majaderitos; arca subterránea en la plaza del Ángel y cambija en la plazuela de Santa Cruz, dando fin a este «viaje».
ALTO ABROÑIGAL
Tenía su principio frente a la fuente del arroyo de este nombre, subía por el camino de Alcalá y en lo alto de esta cuesta había un pozo empedrado tapado, con sus remates de piedra, por donde se bajaba a visitar las arcas y minas de este «viaje», las cuales seguían hasta llegar a un arca que estaba junto a la falda de dicho arroyo y que estaba realizada de fábrica de ladrillo cubierto, reuniéndose con otros manantiales que llegaban de diferentes puntos, llegando a Madrid a la espalda de Recoletos, donde existía el arca llamada del Palomar, continuando a las siguientes: arca de Pajaritos, arca junto a la huerta del Linard, arca subterránea frente a la calle de la Reina, buzón en la calle del Clavel, arca en la esquina de la calle Angosta de San Bernardo, arca subterránea debajo de la Aduana, arca en la
BAJO ABROÑIGAL
El origen y nacimiento del Bajo Abroñigal estaba más arriba del puente de este arroyo, al principio de la cuesta del camino de Alcalá, donde había dos pozos empedrados cubiertos con remates de piedra, continuando las minas y pozos hasta dicho arroyo, donde había un arca fabricada en ladrillo, y desde éstas atravesaban las cañerías hasta llegar a dicho puente, donde corrfa el agua por los llamados caños del Abroñigal y venían a Madrid a la puerta de Recoletos donde había un arca de recogimiento, continuando a las siguientes: arca embebida en la esquina del Pósito, arca en la pared del convento de las Carmelitas esquina a la calle de Alcalá, arca subterránea en la calle del Sordo, otra subterránea en la calle de Cedaceros, arca en la calle del Baño, arca subterránea en la esquina de las calles de León y Prado, dos puertas pequeñas en la mina de la calle de Atocha, arca subterránea frente a la calle del Amor de Dios, otra frente al Colegio de Niños Desamparados, otra frente a la calle de San Eugenio; arca en la calle de Santa Isabel, otra en el centro de la misma calle, arca subterránea en la calle de San Ildefonso, arca en la calle de San Blas, arca subterránea en la calle de Magdalena, otra igual en la calle de Ave María, cambija en la misma calle de Ave María, arca subterránea en Barrio Nuevo, otra subterránea en la calle de Mes(')¡) de 1'aredc•v; ol.ra en la calle (le Embajadores, otra en la esquina de la cal1v dul Oso, pcwrla visil,able en la esquina de la calle de t',;rl>cwl.rc•rcrb, I>rrrcnr crr la calle de Embajadores, arca subterránea err la calle- rlc• I:r I~:ric crniiencla, arca junto a la fuente del Rastro, arca subl.c rr:iric•:r crl la calle de Toledo, arca en Puerta de Moros, otra igual err la calle llrnuilladero, arca subterránea en la calle de Cabestreros, arca srrlrterránea en la calle del Águila, arca en la plazuela de los Carros, arca en la calle de los Santos; cambija en la calle del Rosario, arca en la plazuela de Concepción Jerónima,
Fuentes que surte ALCUBILLA
Galápagos Del Soldado Plaza de Bilbao Descalzas Santa Cruz Antón Martín Santa Ana Preciados (caño de vecindad) Regueros (caño de vecindad) San Gregorio (caño de vecindad) De los Gitanos (caño de vecindad)
Fuentes que surte CASTELLANA
San Fernando San Antón Valverde
Red de San Luis Santo Domingo Mostenses Afligidos Chamberí (caño de vecindad) Plaza del Gato (caño de vecindad) Tudescos (caño de vecindad) Hospicio (caño de vecindad)
Fuentes que surte ABROÑIGAL ALTO
Celenque Aduana Relatores Plaza de la Villa Cebada
De los Negros (caño de vecindad) Lavapiés (caño de vecindad)
N-° Plano Fuentes que surte ABROÑIGAL BAJO
1 Cibeles
2 San Juan
3 Santa Isabel
4 Ave María Lavapiés Cabestreros Cerrillo del Rastro Toledo
9 Puerta Cerrada
10 Puerta Moros 11 Águila 12 Rosario 13 Embajadores 14 Alcalá (caño de vecindad)
15 Plaza de Jesús (caño de vecindad)
16 El Sordo (caño de vecindad)
17 Plaza del Rastro (caño de vecindad)
18 Calle de la Paloma (caño de vecindad)
19 Calle de Segovia (caño de vecindad)
20 San Bruno (caño de vecindad)
21 San Blas (caño de vecindad)
22 Apolo (caño de vecindad)
Y ya, como colofón a estos «viajes» de agua que surtieron a la Villa en el siglo xxi, no puedo por menos de decir: ¡BENDITA AGUA DE MADRID!
ISIDROS:
Llamar a alguien isidro era sinónimo de llamarle «paleto», de hombre avezado del campo con sus productos de la tierra y sus crías de animales, muy envidiables por los hijos de la capital.
Sus indumentarias los hacían partícipes del sello más característico de «isidros»: con sus paveros de ala, sus trajes de pana y el refajo. les daban foranía.
La presencia de los mismos en la villa y que marcaba el comienzo de las fiestas Santo Patrón, Isidro el Labrador. Traían en sus alegría. Pero éstos nunca llegaban con las manos vaciar cuando se albergaban en casa de algún pariente de la capital: en este caso. los productos de la región los traían en maletas de cartón o en sacas fuertes de lona. Los productos de la matanza eran los que más alegría daban a sus parientes capitalinos.
Otros, los menos afortunados de ser acogidos en casa de sus parientes, llegaban a los mesones de las Cavas donde se alojaban, o a las pensiones familiares de gentes sencillas donde se comía, tanto los propietarios como los pensionistas, en la misma olla de comida.
Llegaban de todas partes de la provincia, con el fin de participar y divertirse en las fiestas locales. No paraban, desde su llegada recorrían todos los rincones habidos y por haber de las encrucijadas callejuelas madrileñas, sus quermesses, sus verbenas, sus corridas de toros; en consecuencia, que hacían su turismo Madrid, que al fin y al cabo era lo que más cuadraba en su pensar y ser.
Había dos tipos de «isidros». los días el plato de comida y mantenerlos durante los festejos. Los clásicos eran otra cosa, más simpáticos, más dicharacheros. llegaban a Madrid y rápidamente alquilaban un coche tirado :-r caballos, para saludar a la Cibeles, ir a la Puerta del Sol para r como caía la bola a las doce. Solían recorrer los barrios que más recordaban su entorno en el pueblo; la plaza de la Cebada, la de Paja, Puerta Moros, las Cavas, Puerta Cerrada, Humilladero, i` alatrava y tantos otros rincones del lugarón de la Villa. Solían alo_,arse en los paradores de las calles antedichas, en la calle de Toledo. en la Posada del Peíne y sus deleites eran pasear por la calle de Toledo hasta llegar a la Plaza Mayor, donde se surtían de abanicos, zorras. bisutería barata y todos los atractivos que podían llevar al pueblo. en prueba de su asistencia a los «madriles».
Pero éstos también pagaban las «novatadas», tales como el timo de la -estampita». pagar un «pase» para recorrer la Gran Vía, el lance de las tres cartas». Todo esto aquí en los «madriles», verdaderos amantes del laboreo del campo N- portadores de sus ricos frutos y vínos que en sus tierras cosechan, imitando así los testimonios entrañables que su antecesor les predicó.
Bienvenidos y para siempre sean estos «isidros» a Madrid, que es el verdadero lugar que se merecen, y que no es otro, al fin y al cabo, donde con más amor y cariño se les acoge.
la calle de la Colegiata.
Hasta el siglo xix nadie la conocía más que por la calle del Burro. Aunque fue bautizada como calle de la Merced. después Padilla, acto seguido de Béjar Motivos por llamarla calle del Burro' En ésta solar el valeroso Francisco Ramírez, El Artillero. esposo de Beatriz Galindo, conocida por La Latina. Beatriz Galindo qui=a levantar un convento, al que su marido aportó el solar y el dinero. El convento se llamó de Concepción Jerónima. A un lado de este convento quedó una zona que se llamó de la Colegiata. Y en esta zona, su propietario, que no era Francisco Ramírez, construyó un corralón con cuadras para alojar a las famosas «burras de leche», que corrían en recua por Madrid en sus madrugadas para el reparto de dicha materia; parece ser que esta leche de burras era excelente para las afecciones del pecho.
El corralón, además de cuadra de burras, era almacén de maderas y a su vez silo de estiércol; por tal motivo, a su propietario se le ocurrió colocar un espantapájaros muy original. Con una piel de burrillo relleno de paja modeló, como si estuviera vivo, para que los gorriones temiesen su presencia; pero éstos perdieron el respeto al burro y seguían su escarbadura por el estiércol
Ronda de Pan y Huevo.
Durante el siglo xviii, el más aburrido siglo, Madrid buscó, para sobresalto de sus noche: estímulo de su calenturienta imaginación, van espectáculos. Entre ellos, ninguno tan plástico la Ronda de Pan y Huevo.
Esta «ronda» fue fundada en el año 1615 por Padre Bernardino de Antequera, y tuvo su sede en el Albergue San Lorenzo, situado en la esquina de la antigua calle de los Coi hoy Capitán Salazar Martínez. Esta Hermandad se denominó t Refugio y Piedad y entre sus auxilios se destacaban los de «ronda hospedería».
La Ronda de Pan y Huevo estaba compuesta de un sacerdo dos seglares y numerosos criados con camillas y sillas de mano. referida Ronda buscaba, por los vericuetos de Madrid de aquel días, al pobre que, ya sin fuerzas, se había caído en la esquina 1 desfallecimiento. También subían a la casa del enfermo para d, pejarla de ascos y aprensiones y se llevaban a los locos que se dab golpes en la cabeza con la silla de mano hecha para estos caso=.
De noche, con un farol, la Ronda buscaba en los quicios y en tabucos a los menesterosos, para entregarles un pan y dos huc-, duros, a los moribundos de estocada airada o de puñalada trae_ para prepararles el viático del alma, y a los muertos, con o sin . lencia, para darles sepultura.
Antonio de los Alemanes Este hospital, llamado primeramentede los Portugueses, fue fundado por Felipe III para enfermos y peregrinos portugueses, hasta que, separados los dos reinos, pasó a llamarse San Antonio de los Alemanes, siendo doña María Ana de Austria quien lo amplió para enfermos y peregrinos alemanes. Estuvo ubicado en la Corredera Baja de San Pablo y en la calle de la Puebla. Todo este perímetro que forma la manzana 371 tiene un aire de acogimiento muy madrileño y quien ha penetrado en los misteriosos sabores de la Villa lo sabe apreciar.
Madrid siempre amó la noche turbulenta y absurda. Así, los mendigos que todos los días se establecían junto a la tapia roja de la Hermandad eran los únicos que tomaban el huevo sin engaño, con ese privilegio que tienen los desheredados en la hora de la caridad.
A través de las innumerables noches de los siglos se afanan allí dentro, en la asiduidad que no mira hacia atrás, los que se dedican a la caridad diaria. El refugio formaba hileras de mendigos y vagabundos, formada en gran parada, demostradora de lo larguísima que es la cola de la pobreza. El Refugio de la Ronda de Pan y Huevo no asilaba a nadie: sólo era posada de peregrinos, y los despedía al día siguiente. Se contagian del alma de todos. Severo y respetuoso es el trato del refugio. Se acepta al caminante como a un rey de incógnito: se le da algo caliente y se le permite que duerma tranquilo. No se le interroga demasiado, ni se le hostiga. Paz al hombre errante.
Todos los días eran diferentes, porque está prohibido la insistencia en esta casa, y el pasajero ha de ser verdadero pasajero, no pudiendo pasar hasta pasado un año, pues esta hospedería está fundada para albergue, por la noche, de los pobres transeúntes o de quienes salen de los hospitales, no recibiéndose a los que se presenten después del toque de oraciones y debiendo ir todos provistos de los oportunos pasaportes, cédula de vecindad o alta médica de los hospitales.
Durante el siglo xviii, Madrid conmovió sus noches con esa ronda que iba, como los actuales traperos que buscan en los contenedores de basura, rebuscando entre los fermentos de la noche de la desilusión y la sorpresa.
A todos, en general, y, con cierto privilegio a todos los que quieren a Madrid, le adoran y, sobre todo, le recuerdan sus pasados testimonios como reliquias imperecederas. A todos los que por circunstancias no conocen Madrid y, aún más, no quieren recordar su pasado histórico.
En los siguientes cuartetos desarrollo someramente los valores que Madrid tuvo, así como su historia, costumbres, sus privilegiados rincones, y toda esa mescolanza de recuerdos para que el lector pueda saborear su gran valor matritense.
Era un lugarón manchego con visos de futura Corte, donde plebeyos y nobles convivían en buen orden.
El emir Muhammad primero el ochocientos
fortifica la meseta levantando fortaleza.
Se sitúa en la Alcazaba cercándola de muralla, en legítima defensa
del cristiano que llegaba.
Vuelve hacer otra muralla para cercar la Medina ante el ataque cristiano que no para en acometidas.
Al transcurrir los cien años el rey Ramiro segundo intenta atacar al moro
no pudiendo hacerle daño.
Mil ochenta y tres es el año que Alfonso sexto el cristiano logra la reconquista haciendo Madrid cristiano.
Don Pedro primero el Cruel al cabo de quinientos años transforma el Alcázar moro en buen palacio crisliacro.
Después viene Juan segundo aficionado a las letras
a los versos y a las tunas
teniendo por favorito a don Alvaro de Luna.
El quinto de Trastamara hijo del anterior
con nombre de Enrique cuarto y al que Madríd le adoró.
Y llega al Madrid cristiano Carlos quinto de Alemania que después vive en Toledo
y a Valladolid se cambia.
Este Carlos primero atesora un gran imperio naciéndole en Valladolid el que heredó su Imperio.
El gran Felipe segundo hijo de Carlos primero hizo a Madrid capital de los valores del Reino.
No tarda mucho c,u ngir el gran Felipe tercero que de rey tuvo muy poco pues gobernaban sus firnclos.
A éste le sigue su hijo
de nombre Felipe cuarto ya que de paz saturado pone fin a su reinado.
Llega el reinado borbónico reinado no muy mal visto que portando su estandarte llega Felipe quinto.
Madrid guarda con deseo al llegar Carlos tercero rey que transfórmó Madrid con amor y con anhelo.
Llega Fernado sexto hermano del gran rey Carlos casado con doña Bárbara
y en las Salesas enterrado.
El hijo de este gran rey
el cornudín Carlos cuarto ciñó el cetro de su padre que Godoy ha gobernado.
Llega Fernando séptimo hijo de Carlos cuarto
que creando una moción la Constitución juró.
Llega Isabel segunda
con talla de hermosa mujer que amparada en la Regencia casó con su primo hermano.
Alfonso doce el romántico años cumplió muy pocos con Mercedes se casó
y a la tumba la llevó.
Y ya está aquí Alfonso trece hijo del anterior
que tras las elecciones del treinta y uno A Italia se exilió.
Y ya presentados a ustedes a todos sus gobernantes veremos otros valores
que hicieron a Madrid notable.
El río Manzanares criticado por cesantes que a orillas de su caudal pasean los elefantes.
Repleto de bestias atroces jabalíes y rinocerontes
con agua limpia y muy fresca y peces de bellos colores.
Había una puerta en Madrid que Cerrada la llamaban repleta de forajidos
que la capa birlaban.
Puerta de Moros me llaman con miles de vueltas y ambajes sirvo de ruta a Toledo vivienda del rey árabe.
La gran Puerta de la Vega que miraba al Occidente era entrada a la Alcazaba coo cl Alcázar crr .tin /rr-irle.
La Puerta de Guadal«jara la más esbelta de Madrid donde orfebres y plateros tienen su residencia allí.
l,a Puerta de Lialnadú pegadita a la Medina dándola acceso a ella
y el Alcázar que la mira.
Dos cuestas tiene Madrid siendo las dos primitivas la una la Cuesta de la Vega y la otra la de los Ciegos
En una viven cristianos que corren por la Medina y los de la Morería corriendo por las Vistillas.
Por la Cuesta de la Vega bajaban todos los cristianos y todos los mudéjares
por las Vistillas bajaron.
El Vallejo de San Pedro entre dos colinas colocado por una la Morería
y el Alcázar al otro lado.
El barrio de la Morería con feas y pobres casuchas su zoco correspondiente
y mudéjares que venden.
Los célebres «viajes» de agua que árabes nos legaron
con sus obras bajo suelo
y después muy bien tapado.
Madrid con sus murallas que árabes construyeron como fuerte la Alcazaba y Medina como pueblo.
Madrid tiene dos bellas torres San Pedro y San Nicolás las dos de estilo mudéjar
y que hoy día, ahí están.
La Ronda de Pan y Huevo con sacerdote y camilla recogía a los mendigos
que por las noches había.
Dotado de diez parroquias que intramuros son
ya carcomidas por siglos se c.xhibcn con grnn honor.
Los llevaban al Albergue con nombre de San Lorenzo y allí les suministraban
cama, huevo y pan con torrezno.
Entre his nruchus ciudades que en mi corazón están más de veinte son capillas y Madrid la catedral.
La del Pecado Mortal era una espeeiul Ronda recorriendo nianccbios evitando la deshonra.
Madrid en verso
Matriz fue su primer nombre que el musulmán llamó
y los árabes Mayrit que con ella se quedó.
Una joya que tenemos es la Puerta de Alcalá que con todo buen acierto el rey Carlos hizo labrar.
Madrid tiene por orgullo una fuente que mana
y que el pueblo que la quiere de la Cibeles la llaman.
Después de presentar a ustedes este esquema de valores
les paso a desarrollar costumbres y tradiciones.
Entre las grandes colinas su medio de comunicación son, por el día los humos y de noche llamas son.
Bellas estampas perdidos con su valor historial
que evocando sus recuerdos no se pueden comparar.
A Madrid le nace un Santo que Isidro Merlo se llamó después de siglo de muerto su cuerpo se conservó.
Aún sin clarear el día de sus establos salían las borriquitas de leche tocando sus campanillas.
Dos ángeles tiran del yugo realizando surcos rectos elevando él sus preces
a su Altísimo predilecto.
Tocando su retirada el honrado farolero iba apagando faroles recibiendo el día nuevo.
Con su cesto a la cabeza que a candeal iba oliendo con riquísimas libretas repartiendo el panadero.
Con sus cestas ambulantes las churreras madrugantes iban vendiendo sus churros a todos los vi.arrdcrr~tcs.
El noble y honrado sereno guardián de las santas casas chuceando los portales
su farol iba apagando.
Al pobre vagabundo perro en llegando las mañanas remiraban con mil ojos al lacero que acechaba.
Bella estampa mañanera la mostraban los traperos con sus carros y borricos dejaban Madrid hecho un cielo.
En los albores del día salían todos los tranvías que las mulas arrastraban con encuartes en subidas.
Al toque de la campana de la parroquia cercana acudían. todos Pelos orando sus sardas /treces.
¡Cómo bailan las rrrarrolas! día de Santiago el Verde a orillas del Manzanares cuando el sol claro amanece.
En Madrid hay una calle que la llaman Cuchilleros es la calle de los majos
las manolas y chisperos.
A orillas del Manzanares las lavanderas sufridas ponían su ropa en «recuelo» apenas clarear el día.
Vendedoras calh;¡eras madrugadoras rnul.crcs vendían sus rabanitos
y sus cardillos recientes.
Otras mujeres salían
que portaban un capacho repleto de lindas flores
de lilas de la Casa de Campo.
Requesón de Miraflores y queso de Villalón otras mujeres vendían pegándose un «madrugón».
En llegando Nochebuena se pedía el aguinaldo
y los pavos por las calles iban un poco «amoscados».
El día feliz de los niños eran los Santos Reyes que cabalgando en camellos venían del extremo Oriente.
En la plaza de Santa Cruz llegando la Navidad
había mulas y bueyes para adornar el Portal.
También en la misma plaza se ponían ambulantes
los que vendían turrones que traían de Alicante.
Con panderos y zambombas se echaba Madrid a la calle esperando Nochebru,rra
y al Niño porlc•r cvrnlrrr-le.
Mujeres muy de mañana eran las de Colmenar vendiendo sus ricos peces de Manzanares el Real.
De la presa Santillana era la mujer pecera
que en llegando la mañana su mercancía vendiera.
Mujeres en Fuencarral con garnacha y con albillo vendían sus ricas uvas voceando como grillos.
Los espárragos y fresas procedían de Aranjuez
que en llegando las mañanas se vendían por doquier.
Alcolea se llamaba
el vendedor de avellanas
que daba un «puitacn> de propina y en verdad sr las quilaba.
¡Ganchos para la ropa! el vendedor voceaba
el que por tres «perras» grandes un gancho le entregaba.
Seis «perras» grandes costaba las toallas que vendía recorriendo todas las calles que en barrios bajos tenía.
¡Paragüero! ¡Lañador! con su hornillo de carbón lo mismo arreglaba lurrnriuas o lañaba un lavador.
Quedan muchos recuerdos de datos que relatar reconociendo el autor
que con estos sobra ya.
Toda esta mescolanza debe de perdurar
por bien de estos «madriles» dignos de no olvidar.
Haciendo un penoso mutis me da pena dejar
ya que evocando recuerdos las lágrimas se saltan ya.
Texeira realizó el más antiguo y famoso de los planos de Madrid, en 1656. Dio a su caserío volumen, lo que en ocasiones tergiversa relativamente algunas manzanas. No está pues perfectamente a escala. Pero permite reconstruir en la actualidad edificios desaparecidos.
Los recortes de calles y edificios de tonos rojos que aparecen en este trabajo han salido de este mapa, por lo que están actualizados en dicho año, y se pueden considerar vigentes bastante tiempo más.
LA VILLA DE MADRID
Tuvo su origen en los tiempos del emir musulmán Mohamed I (852-886), que mandó construir una fortaleza en la orilla izquierda del río Manzanares. Alfonso VI la conquistó en 1.083. Felipe II traladó la Corte a Madrid, en 1.561, y a partir de entonces la villa fué transformandose bajo el impulso de los monarcas de la Casa de los Austrias. Felipe III y Felipe IV tendrán la misión de ensancharla y embellecerla, para lo que contaron con la magía arquitectonica de Juan Gómez de Mora. En el siglo XVII, se construyó una muralla para dar cobijo a los nuevos arrabales, cuyo trazado coincidiría con las actuales rondas de Segovia, Toledo y Valencia. Fué un Borbón, Carlos III, quién la modernizó en el siglo XVIII. Se trazaron las grandes arterias de la ciudad, como el paseo de Castellana, el de Recoletos, el del Prado y el de las Acacias. En el siglo XIX estuvo marcado por la Guerra de la Independencia-fusilamiento del 2 de Mayo-. Además, Jóse Bonaparte acometió la reforma de la Puerta del Sol y sus alrededores. En el reinado de Isabel II cambió notablemente su urbanismo. A finales de siglo, se proyectó el ensanche de la ciudad. A comienzos del siglo XX se abrió y urbanizó la Gran Via y, a mediados, se prolongó el paseo de la Castellana, donde modernas construcciones sustituyeron a antiguos palacetes. En ellas se instalaron las más importantes empresas del mundo financiero. Hoy es una ciudad cosmopolita, abierta, de intensa vida cultural y nocturna, y sede de una de las primeras pinacotecas clásicas del mundo, el Museo del Prado.
LAS MURALLAS DE MADRID:
La Muralla árabe
La Muralla cristiana
VIAJES DE AGUA DE MADRID
PLAZAS DE TOROS DE MADRID
INTRODUCCIÓN
Madrid (ciudad, España), ciudad y capital de España y de la Comunidad de Madrid. Está situada a pocos kilómetros del centro geográfico de la península Ibérica, junto al río Manzanares. La parte norte de la ciudad, por donde se extiende el distrito de Fuencarral, se encuentra a 736 m de altitud y los distritos de la zona sur, como el de Villaverde, a 650 metros. Su clima es de tipo mediterráneo continentalizado, con una temperatura cuyo promedio anual es de 13 ºC, aunque presenta una gran amplitud térmica: en verano se producen máximas que sobrepasan, en ocasiones, los 40 ºC, mientras que en el mes de enero la temperatura desciende hasta los 5 ºC. Las precipitaciones son escasas (450 mm), con máximos en otoño y primavera. Tan sólo el 46,6% de sus habitantes han nacido en la ciudad, lo que significa que el crecimiento experimentado durante los últimos cuarenta años obedece, principalmente, a una extraordinaria inmigración que ha condicionado muchos aspectos de la vida ciudadana.
2. PAISAJE URBANO
El actual casco antiguo de Madrid corresponde al recinto que amuralló Felipe IV, que coincide con las actuales rondas de Segovia, Toledo, Valencia y Atocha y sigue, junto al Retiro, por las calles de Santa Bárbara, Fuencarral, Conde Duque y San Bernardo. En esta zona se han producido pocas transformaciones urbanísticas; la más destacada fue la construcción de la Gran Vía, finalizada en 1930. El Madrid de los Borbones experimentó notables mejoras centradas en el saneamiento y embellecimiento de la ciudad; del siglo XVIII datan amplios paseos como el de las Acacias, Recoletos, El Prado, Delicias y el parque del Buen Retiro. En el siglo XIX se derribó la muralla y se planificó un importante ensanche: el barrio de Salamanca y, en la zona noroeste, el de Argüelles. A principios del siglo XX surgieron los primeros barrios relativamente alejados del centro: Moncloa, Ciudad Lineal y Tetuán. Durante la II República se construyó la Ciudad Universitaria y se potenció el paseo de la Castellana al situar allí los Nuevos Ministerios. El gran crecimiento de la ciudad se ha producido en los últimos treinta años, con la creación de nuevos barrios que han superado extensamente la construcción del tercer cinturón (autopista M-30). Actualmente la ciudad sigue creciendo, sobre todo hacia el oeste y el sur, lo que ha hecho necesaria la construcción de dos nuevos cinturones, la M-40 y la M-50, ésta última aún inconclusa, que supone la delimitación de un nuevo perímetro urbano.
Las funciones administrativa, financiera, comercial y de servicios en general son las principales actividades económicas de la ciudad. Madrid constituye la sede del gobierno y, por lo tanto, de las principales unidades administrativas del Estado. Alberga todo tipo de actividades comerciales: la minorista especializada, las grandes superficies comerciales o grandes almacenes y el comercio al por mayor. Tiene importancia la actividad financiera, al ser sede de las principales entidades bancarias y poseer la primera bolsa de valores del país. Alberga también las centrales de muchas de las empresas más importantes que operan en el país. Su función residencial es evidente, pese a que en los últimos años muchos de sus habitantes están fijando su domicilio en municipios cercanos. Madrid también es un gran centro cultural; acoge numerosas instituciones de este tipo y es donde tienen lugar numerosos eventos artísticos y congresos científicos. Destaca su función educativa, ya que posee facultades y escuelas universitarias de casi todas las carreras. Es centro de un incesante flujo turístico que propicia un potente sector hostelero y de restauración. A todo ello hay que añadir su actividad industrial y artesanal.
Madrid cuenta con numerosos monumentos y edificios importantes, entre los que destaca el Palacio Real. Tiene iglesias notables, como la de San Isidro, San Francisco el Grande, San Jerónimo el Real, las Salesas Reales y la iglesia de las Calatravas; conventos, como el de las Descalzas Reales o el de la Encarnación; fuentes, como la de Cibeles; edificios civiles, como las puertas de Alcalá y de Toledo, el Palacio de Comunicaciones, el edificio del Ayuntamiento, la impresionante Plaza Mayor y la emblemática Puerta del Sol, donde se encuentra la representación de los símbolos de la ciudad: el oso y el madroño. Pero, quizá, constituyen los museos el principal atractivo de la ciudad; los más destacados son: el Museo del Prado, considerado como una de las tres grandes pinacotecas del mundo; el Museo Thyssen-Bornemisza, en el palacio de Villahermosa; y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
3. HISTORIA
No se conoce con certeza la fecha de fundación de la ciudad, aunque se sabe que en la época romana ya existía un pequeño núcleo. Los musulmanes edificaron en este lugar una fortaleza a la que llamaron Magerit, palabra de la que procede su actual denominación. En torno a este recinto amurallado se desarrollaría, posteriormente, la villa de Madrid. Alfonso VI ocupó el lugar en el año 1083 y transformó la mezquita situada junto a los graneros (almudaina) de la villa en una iglesia dedicada a la Virgen de la Almudena.
Durante la edad media su población no superaba los 3.000 habitantes. En el año 1268 una epidemia la dejó casi deshabitada. A partir del siglo XV Madrid pasó a ser el lugar de residencia, de manera intermitente, de muchos monarcas españoles, hasta el establecimiento de la corte en esta localidad bajo el reinado de Felipe II, en 1561, dada su situación privilegiada en el centro de la Península. Este hecho impulsó su crecimiento poblacional y, por ende, el desarrollo urbanístico, en principio desordenado; así, surgieron los arrabales fuera del recinto medieval y se construyeron numerosos palacios y edificios públicos. Pero fue Felipe III quién consolidó definitivamente la ciudad como sede del gobierno de la Corona. La población ascendía a principios del siglo XVII a más de 80.000 habitantes.
Fueron los Borbones, en especial Carlos III, quienes dieron a la villa y corte su mayor esplendor con la ampliación de su perímetro, la creación de paseos y numerosos monumentos, entre los que destaca el Palacio real que había encargado construir su padre Felipe V.
Durante la guerra de la Independencia la ciudad mostró su oposición al cambio de dinastía y se amotinó contra los franceses en la célebre jornada del 2 de mayo. El siglo XIX tuvo a Madrid como el principal escenario de la política española. La posición de la ciudad fue determinante en todos los cambios políticos que se produjeron. El símbolo que supone el control de la capital como expresión del control del Estado hizo que en la Guerra Civil se convirtiera en el principal objetivo militar de las tropas franquistas. En 1983 Madrid se convirtió en la capital de una comunidad autónoma, la Comunidad de Madrid, cuyo territorio coincide con el de la provincia de Madrid, lo que le ha añadido nuevas funciones políticas y administrativas y, al mismo tiempo, un nuevo signo de identificación. Población (según estimaciones para 1995), 3.029.734 habitantes.
«Si eres madrileñista de corazón, de todo tendrás noticias por los maestros de la crónica matritense, y si no lo eres y por primera vez das en huronear por estos evocadores rincones, aprenderás por lo menos, a sentir cariño por este Madrid, tan hidalgo, tan acogedor, tan abierto a cuantos vienen a él y tan calumniado por los que no le conocen, pero cuando tratan de cerca a los que en su suelo nacieron, y se hacen a sus usos y costumbres que, ¡ay!, ya no son. las mismas que diéronle fama y alcurnia en los pasados tieni pos, acaban por comprender que es muy verdadero el conocido adagio que es Madrid al cielo y un agujerito para verlo».
Fragmento de Madrid. Historia de una capital.
De Santos Juliá, David Ringrose y Cristina Segura.
Capítulo 2.
De entre los elementos que integraban el Madrid islámico, la muralla es de la que conservamos mayor número de restos arqueológicos. El conocimiento de su trazado nos servirá para obtener una visión global del Madrid islámico, a medida que vayamos integrando dentro y fuera de ella los demás componentes: la almudayna, el alcázar, la mezquita y los arrabales. El examen del material con que fue construida nos sugerirá distintas alternativas sobre el crecimiento de la ciudad.
Un pequeño recinto bien defendido
En primer lugar, llama la atención la perfecta adaptación del trazado a la orografía del terreno, aprovechándose de este modo las defensas naturales del emplazamiento de Madrid, que ocupaba la cima de una colina bordeada por barrancos. Sólo existía una zona más asequible, por la que actualmente discurre la calle de Carlos III, que une la actual plaza de Oriente con la de Isabel II. Por este lado no existía escarpe pronunciado como en las otras tres vertientes de la colina: la actual cuesta de San Vicente; la terraza del Manzanares, donde se asentaba el alcázar; y la actual calle Segovia.Por el fondo del barranco que actualmente ocupa la calle Segovia, corría un arroyo que en época cristiana se llamó de San Pedro; a él vertían las aguas de la colina en la que se asentaba Madrid. Frente a este cerro, y separada por el barranco, existía otra colina, la que posteriormente se denominó de las Vistillas. En este alto se instaló la población civil, constituyéndose un arrabal cuya población tenía una dedicación mercantil y artesana. La puerta de la Sagra se abría al otro barranco, el que actualmente ocupa la cuesta de San Vicente, donde se formó otro arrabal de menor importancia, disperso e integrado preferentemente por campesinos.
Un lienzo de la muralla corría por el extremo septentrional del castillo, cuyo emplazamiento exacto es difícil de precisar. Posiblemente, el alcázar ocupaba la actual plaza de la Armería, Bailén y parte de la plaza de Oriente. La muralla continuaba, atravesando la plaza de Oriente, para bordear la almudayna, donde probablemente se abriría la puerta de la Sagra. Trazaba un ángulo recto y continuaba por la actual calle del Factor, que ocupó el espacio de la muralla cuando fue derruida en tiempos posteriores.
En la actual calle Mayor, frente a Capitanía, se abría otra puerta próxima a la mezquita. Aquí la muralla formaba otro ángulo recto hasta descender a la puerta de la Vega, una de las tres con las que contaba el recinto y la mejor conocida en la actualidad. Sus restos, excavados en 1985, se encuentran en la confluencia de la calle Mayor con la cuesta de la Vega, frente a la hornacina de la Virgen de la Almudena.Desde la puerta de la Vega, la muralla remontaba hasta el alcázar, cerrando el exiguo recinto murado. Las dimensiones del mismo serían de unas ocho o nueve hectáreas, a las que habría que sumar, para hacerse una idea del tamaño del Madrid islámico, el territorio ocupado por los arrabales, que más tarde quedarían integrados por las defensas construidas en la época cristiana.
El alcázar, remoto antecesor del Palacio Real
Es lógico que apenas podamos imaginar cómo fue el alcázar islámico, teniendo en cuenta su evolución posterior: ampliado y transformado en fortaleza cristiana, sufrió a lo largo del tiempo sucesivas modificaciones hasta ser destruido por un incendio, a principios del siglo XVIII. Su solar experimentó aún otra profunda transformación: sobre él se levantó el Palacio Real, que esconde por tanto bajo sus cimientos los vestigios de las construcciones islámicas y cristiana. Estas circunstancias han impedido, obviamente, realizar una excavación arqueológica que pudiera arrojar luz sobre las peculiaridades y el exacto emplazamiento del edificio musulmán.
Podemos afirmar, no obstante, que el alcázar y la muralla constituían las piezas defensivas básicas de la ciudad, y debieron de formar un todo homogéneo, realizado en el mismo material. Era del alcázar de donde partía la muralla, para rodear la almudayna y la medina, y a él tornaba, finalmente, para cerrar el recinto murado.
Siguiendo la tipología habitual de los alcázares islámicos, la planta del castillo debía de ser cuadrada, articulada en torno a un patio central, que servía de refugio a los guerreros que vivían en la almudayna en los casos de ataque o sitio continuado. Los materiales empleados en su edificación, así como su emplazamiento, fueron evidentemente los idóneos, ya que la fortaleza resistió todos los intentos de asalto que se sucedieron desde su creación. En su recinto existió probablemente algún manantial que facilitara la resistencia continuada de la plaza.
El castillo era el lugar de residencia del caid, quien asumía a la vez la autoridad militar y la máxima representación del poder central, representado primeramente por el emir y más tarde por el califa. Esta concentración en una sola figura de las funciones de gobierno y defensa del lugar atestigua el preeminente valor militar de Madrid en aquellos tiempos iniciales. En el interior del castillo, se encontraba además una pequeña mezquita, suficiente para atender las necesidades religiosas de la población militar, compuesta por la guarnición del alcázar y los guerreros que residían en la almudayna. Esta última era un elemento subordinado al alcázar, comunicaba directamente con él y atendía a su defensa. La ciudadela o almudayna, ocupaba probablemente parte de la actual plaza de Oriente y del solar de la catedral de la Almudena. El resto del exiguo espacio murado estaba ocupado por la medina.
La mezquita
Al igual que el castillo, la mezquita mayor que se construyó en el siglo X también fue reutilizada tras la conquista cristiana. Convertida en parroquia bajo la advocación de Santa María, ha sido destruida en época reciente. Su solar se encuentra actualmente ocupado por una casa de vecinos, en el número 88 de la calle Mayor, en la esquina con Bailén. Conocemos con seguridad, por tanto, su emplazamiento, pero nada sabemos de sus trazas, aunque es probable que siguiera el patrón de otras mezquitas de época califal de las que conservamos restos.
Junto a la mezquita, los lienzos de la muralla formaban un ángulo recto; en el oriental se hallaba la ya mencionada puerta de la mezquita, que fue bautizada como arco de Santa María tras la conquista cristiana, precisamente por la advocación que había recibido el templo islámico en su consagración
«Mis muros de fuego son»
La piedra de pedernal, tan abundante en esta zona, fue utilizada en la cantería de la muralla. Sus grandes sillares dieron lugar a una parte del lema de Madrid: «Fue sobre agua edificada, mis muros de fuego son». La primera oración hace referencia probablemente a la abundancia de manantiales del suelo madrileño, mientras que la segunda puede tener su origen en los rayos del sol, en el ocaso del día, haciendo brillar como brasas las piedras de la muralla; o tal vez se deba a las chispas que hacían saltar de los sillares de pedernal las flechas que fueron lanzadas por los diversos atacantes de la ciudad.
Entre los años 1972 y 1985, se han realizado cuatro excavaciones en la cuesta de la Vega-calle Mayor, gracias a las cuales se ha podido comprobar cómo difiere el aparejo interior de la muralla respecto del exterior, y las partes inferior y superior de este último entre sí. De estas diferencias en la calidad y disposición de los sillares han surgido distintas hipótesis sobre la construcción de la muralla. La teoría más reciente pertenece a Retuerce, uno de los miembros de la excavación de 1985, la cual dejó al descubierto un importante lienzo de muralla. El citado autor considera que la construcción de ésta fue muy lenta, por lo que se desarrolló en un dilatado espacio de tiempo. Según Retuerce, las diferentes facturas de los sillares no se deben a épocas sucesivas de construcción, sino a que se cuidaron mucho más los cimientos y el exterior que el interior y la coronación por una razón estratégica y de economía de medios. Se pretendía que los foráneos divisaran una perfecta construcción, signo del poderío de la ciudad, mientras que los habitantes de Madrid contemplaban unos muros algo más toscos, pero al mismo tiempo más baratos.
Los lienzos de la muralla estaban jalonados por un número considerable de torres, que servían para dar una mayor solidez a la construcción; al mismo tiempo contribuían en el caso de un ataque exterior, a facilitar la defensa. La proximidad de estas torres puede comprobarse en los 118 metros lineales de muralla conservados en la cuesta de la Vega. En este espacio debían de elevarse seis torres, la última de las cuales ha sido destruida recientemente al construirse la casa de la calle Bailén, 12. De hecho, aún pueden apreciarse algunos vestigios en la entrada del garaje de la mencionada vivienda, pertenecientes probablemente a la parte superior de la torre, ya que buena parte de ella debe encontrarse sepultada. La construcción de esta vivienda sin una excavación previa ha hecho que se pierda una valiosa oportunidad para el mejor conocimiento de la muralla islámica.
La famosa torre Narigués, convertida con el paso de los siglos en símbolo del pasado islámico de Madrid, se encontraba probablemente entre la torre sepultada y la puerta de la Vega. Sin restos materiales que nos orienten, es difícil precisar su emplazamiento respecto de la muralla y, por tanto, su verdadero valor defensivo. No obstante, ha sido considerada como el punto de arranque de la nueva muralla cristiana, que tenía como objeto integrar los arrabales en el recinto murado. De esta hipótesis proviene la importancia de esta torre, cuya localización fue uno de los objetivos, lamentablemente incumplidos, de la excavación de 1985.
Para completar nuestra idea de la muralla islámica, debemos imaginarla no sólo articulada por torres y puertas: existían abundantes portillos, a lo largo de su perímetro. Sin los riesgos y gastos que suponía la construcción de una gran puerta, eran accesos más operativos, que a veces servían para dar salida a los pequeños y numerosos cauces de agua existentes, así como para evacuar las aguas residuales. En el lienzo conservado en la cuesta de la Vega se aprecian perfectamente varios portillos y también alguna alcantarilla por la que se vertían las aguas sobrantes.
Los arrabales
La guarnición militar fue atrayendo a una población civil progresivamente más numerosa. Se trataba, en un principio, de las familias de los guerreros acantonados, junto con gentes que venían a cubrir las necesidades que éstos generaban, como comerciantes, artesanos y, también, prostitutas, jugadores, quincalleros, etc.El paso del tiempo fue dando estabilidad y permanencia a esta población, que iba conformando los primeros arrabales. La vecina colina de las Vistillas era el emplazamiento que ofrecía mejores posibilidades por su fácil comunicación con la ciudadela a través de la puerta de la Vega. Para salvar el cauce de agua que separaba ambas colinas, se construyó un puente que más tarde se conoció como alcantarilla de San Pedro. Probablemente, se establecieron arrabales también frente a las restantes puertas. El cercano a la puerta de la Sagra tenía un carácter rural, puesto que se componía de numerosos huertos y tierras de cultivo. El arrabal que se formó próximo a la puerta de la mezquita adquirió una importancia similar al de las Vistillas, aunque hubo de esperar a la conquista cristiana para alcanzar su máxima importancia, como el ámbito de expansión de la ciudad.
Sin embargo, al principio de la época cristiana fue el de las Vistillas el arrabal más próspera, tal como nos lo indican las distintas actuaciones arqueológicas que se han efectuado en esa área. Conocemos la extensión del recinto y la presencia de población en la época andalusí por el hallazgo de un «qanat» o viaje de agua y de diversos restos de cerámica. El viaje es una conducción perfectamente construida que recogía el agua de alguna de las numerosas fuentes existentes en Madrid y la transportaba a esta colina, señal de la existencia de numerosa población estable en la zona, y del nivel de desarrollo técnico al que se había llegado en la ciudad por aquel entonces. Asimismo, las piezas recogidas confirman que la actividad económica estaba especialmente concentrada en el arrabal de las actuales Vistillas.
Fuente: Juliá, Santos; Ringrose, David; Segura, Cristina. Madrid. Historia de una capital. Madrid. Alianza Editorial y Fundación Caja de Madrid, 1997.
EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN
LA CASA DE SAN ISIDRO
INTERVENCIONES DE 1989 A 1997
OLGA VALLESPÍN GÓMEZ Arqueóloga
E
n 1989, con motivo de la celebración de la capitalidad cultural de Madrid, el Ayuntamiento propuso la construcción de un Museo dedicado a la vida de San Isidro en el solar que ocupara, hasta su demolición en 1974, la casa palaciega de los señores de Luján o de los Condes de Paredes, según el proyecto del fallecido historiador Santiago Amón, que incluía el Madrid islámico y el cristiano durante la Edad Media hasta la instalación definitiva de la Corte (Amón, 1989)'.
En aquel momento ya se había recorrido un importante camino en la investigación arqueológica de Madrid, si bien orientado, a partir de 1940, principalmente al estudio y conservación de las murallas medievales, declaradas Monumento Nacional en 1954. A cargo de la Subdirección General de Arqueología (Ministerio de Educación y Ciencia) con la contribución del Ayuntamiento de Madrid, a través de sus instituciones, principalmente del Museo Municipal, se realizaron las primeras excavaciones encabezadas por D. Martín Almagro Basch, D. Luis Caballero Zoreda y Doña Carmen Priego, y seguidas por D.a Hortensia Larrén Izquierdo, D. Manuel Retuerce Velasco y Doña Araceli Turina, (Mena, 1990). La Comunidad, apoyada en la Ley de Patrimonio del 1985, podía exigir ante la presunción de existencia de restos arqueológicos la realización de excavaciones. Y para reforzar la protección de los mismos tomaba medidas decisivas como la incoación del expediente para la
1- Deseo expresar mi agradecimiento a los organizadores del ciclo de conferencias Testimonios del Madrid Medieval, por la invitación a participar en las jornadas sobre el Madrid Islámico, que nos permiten divulgar los resultados de las excavaciones y así cumplir con uno de los fines primordiales de las investigaciones arqueológicas. De acuerdo con E. Serrano, la conferencia se ha dividido en dos partes. Remito al lector al plano de la excavación que figura en la parte firmada por esa autora
declaración de Bien de Interés Cultural de todo el Recinto Histórico de Madrid en noviembre de ese mismo año (Mena, 1990). Afortunadamente, en este caso se conjugaron otras circunstancias favorables al patrimonio histórico, pues el solar estaba amparado por medidas protectoras del Ayuntamiento, incluidas en sus planes urbanísticos, y por la Comunidad, por estar ubicado en la "zona 3 de máxima protección arqueológica" dentro del Plan General de Madrid de 1985. De forma que los responsables de la Comunidad de Madrid, siguiendo su política preventiva del Plan de Protección del Patrimonio Arqueológico, condicionaron la construcción del Museo a la comprobación de la existencia de restos arqueológicos en el subsuelo y, en su caso, a la excavación arqueológica de los mismos. Gracias a actuaciones como esta y a las que se llevaban cabo en el interior del recinto histórico, como las de la plaza del Rollo y de la calle de Segovia (Pérez Vicente 1990), que después aumentaron considerablemente en número, la arqueología urbana se abría paso y apoyada en ella comenzaba a desarrollarse la arqueología como profesión libre. Este planteamiento significaba la consolidación de una forma de actuar, aunque producía un fuerte choque con los intereses de constructores y propietarios en el intento de impedir que desaparecieran del subsuelo sin documentación alguna las huellas del pasado histórico.
El solar elegido estaba situado en uno de los barrios con más solera del Madrid antiguo, el barrio de San Andrés, en el interior de la antigua zona amurallada, pero su aspecto era tan deplorable que acentuaba el estado de abandono de la plaza. No obstante, aunque la construcción del Museo significaba una mejora, que más de diez años después no deja
a dudas, en aquel momento supuso una gran decepción y rechazo, podan los vecinos esperaban un parque de acuerdo con la anterior calilicación d(-1 terreno como zona verde.
urbana cristiana dentro del llamado segundo recinto, en referencia a la muralla construida en Madrid a partir de la conquista cristiana de Toledo por Alfonso VI en 1085. La fortaleza de Madrid, que con fama de inexpugnable fundara Muhammad 1 a mediados del siglo IX, había significado una de las claves para la defensa islámica de la Marca Media de al-Andalus. La fundación de la parroquia de San Andrés con un cementerio en torno a ella, documentada desde los primeros años del siglo XIII, por un privilegio real de 1202, juega un papel fundamental en el urbanismo posterior de la zona de la colina donde se asienta, aunque seguramente el factor que daba mayor interés al solar era el peso de la tradición que relaciona con el patrón de Madrid la capilla y el pozo conservados en el mismo. El informe histórico realizado con motivo de la construcción del Museo (Marín y otros 1989 a y b), a través de un detallado estudio de la documentación, ponía de manifiesto que, aunque las tradiciones en torno al santo arrancan del siglo XIII (a partir de la obra de Juan Diácono), hasta el siglo XVII no se asocia el solar documentalmente al recuerdo de la casa de los Vargas, donde vivían San Isidro y Santa María de la Cabeza cuando venían a Madrid desde Torrelaguna a labrar las tierras de su señor, y el pozo en que realizó el milagro de salvar la vida del niño. Y existen dudas bien fundadas de que haya habido una transmutación del lugar en que se situaba la casa de los Vargas de la Morería (Luján 2002). No obstante, la incertidumbre sobre el origen medieval de la casa y del pozo se mantenía a la espera de los resultados de las excavaciones arqueológicas. La tradición popular continuaba siendo bastante fuerte. Al comenzar las excavaciones los vecinos recordaban con añoranza la romería, que con motivo de las liestas de San Isidro se realizaba para beber agua milagrosa del pozo, a pesar (le que hacía quince años que había quedado interrumpida con la desaliariciím del edilicio.
los lienzos de la muralla hasta la Puerta de Moros (título del cual deriva la muralla de los blasones del escudo de la familia que orna el patio del palacio). Su hijo Juan el Bueno ya aparece como dueño de unas casas en San Andrés, en las cuales habría que ver el origen del palacio (Vallespín, 1990). Cuando se funda el mayorazgo, en 1521, probablemente ya estaría construida la casa, con patio arquitrabado, al estilo de la escuela toledana de los arquitectos de los Reyes Católicos, con paralelos en el Castillo de Batres (1.430) y Monasterio del Paular (1.481).
ANTECEDENTES
Las excavaciones efectuadas hasta el momento habían puesto de manifiesto una ocupación del cerro de San Andrés desde la Edad del Bronce, con abundantes restos islámicos como precedente a la ocupación cristiana. Por la presencia de numerosos silos y pozos rellenos con interesantes conjuntos de materiales islámicos, entre otras, en las calles Cuesta de la Vega, Espejo, Cava Baja y en la plaza de los Carros (Retuerce, 1985, Caballero, 1983, Priego, 1990). Aunque había pocas evidencias arqueológicas, pues muchas se han perdido, tampoco era nueva la sugerente hipótesis que busca una raíz anterior a la época islámica y qu(está documentada por una serie de villas romanas de baja época y hallazgw, sueltos, representados principalmente por inscripciones (Caballero, 1983 y Valdés, 1992), así como algunos fragmentos de cerámica roman;l (Caballero et alü, 1985b). Precisamente hay una, si bien antigua, notici;i que a veces pasa desapercibida, la cual da cuenta de la aparición en el sigl() XVII de un miliario desaparecido, que podría haber sido encontrado in VI/// en Puerta de Moros (Carrera De, 1994). Este dato apoya la hipótesis (le n¡¡.¡ originaria población romana y visigoda y da un interés especial al solar (liu nos ocupa, que estaría en torno a un importante camino (le 'Toledo ha
islámicos, posibles asentamientos, pozos, silos y restos de construcciones, parecía muy probable que continuase por el solar el viaje de agua hallado en la plaza de Los Carros, de adscripción islámica según sus excavadores (Priego, 1990).
FASES DE I.A 1NTERVI:NCIóN
El solar situado en la parte más alta de la ladera norte del cerro de Las Vistillas o de San Andrés (646 m de altitud), acusaba un sensible declive hacia el norte, con unos 3 m de diferencia de cota entre un extremo y otro. Su excepcional amplitud (2.030 m2), pues todavía no se había abordado la intervención de la Plaza de Oriente, creó grandes expectativas respecto a las novedades que su excavación podría aportar. Geológicamente el cerro es la consecuencia de la erosión de las terrazas cuaternarias del río Manzanares. Está formado por materiales detríticos, compuestos por arenas arcillosas, que se asientan sobre otros pliocénicos que a menudo contienen capas freáticas a mucha profundidad.
Al hacernos cargo de la excavación el solar se encontraba convertido en un vertedero. Al sur, una caja de ladrillo protegía la capilla dedicada a San Isidro, que había sido respetada en la demolición, dentro de la cual se hallaban las pinturas murales de Zacarías González Velázquez (Carrera de, 1994) en mal estado de conservación, una conocida inscripción de 1789 y una pila de mármol; se conservaba también una leyenda pintada en la pared que recordaba el lugar que ocupara una desaparecida rueca de Santa María de la Cabeza. Al aire libre, junto a la capilla, el pozo del milagro cubierto por un brocal de cemento y con una tapa de hierro bien cerrada. Al pie de la Capilla del Obispo, junto a una caseta de obras abierta llena de desperdicios y pintadas recientes, yacían los elementos arquitectónicos de granito del patio, columnas, arquitrabes, capiteles con rosetas y el escudo de los lujanes, tallados en granito y grandes vigas de madera decoradas con las mismas rosetas.
Prácticamente coincidiendo con las fiestas de San Isidro, comenzaron con carácter de urgencia las excavaciones arqueológicas en la Casa de San
Isidro que se desarrollaron en cinco fases. La primera, entre mayo y junio de 1989', de acuerdo con los objetivos marcados y ante la variedad de los restos previstos, se orientó a obtener una visión general fiable de la existencia de restos arqueológicos en el solar en el menor tiempo posible mediante sondeos previos, teniéndose desde el primer momento muy en cuenta la posibilidad de conservación de los restos que se fueran exhumando. Se reservó para abordar más adelante el estudio de la capilla y el pozo, a pesar de que uno de los centros de interés radicaba en la obtención de datos sobre su origen y cronología debido a la tradición de los mismos. Mediante los sondeos se comprobó la existencia de los restos del palacio tal como se había supuesto, la cimentación y arranque de los muros, así como una secuencia de modificaciones y reformas posteriores, la red subterránea de canalizaciones y saneamiento, la demolición y el abandono del solar. Bajo los cimientos del palacio se detectaron diversas estructuras subterráneas, fosos, pozos y silos rellenos con materiales islámicos principalmente (Vallespín et al¡¡ 1989).
Ante estos resultados, la Comunidad de Madrid resolvió en las bases arqueológicas del concurso de arquitectura, que el Ayuntamiento y el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid convocaron al efecto (División de Rehabilitación de la E.M.V., 1989), la necesidad de realizar la excavación total del solar previa a la construcción del Museo y la recuperación de la planta del palacio, pudiendo determinarse la conservación de otros restos de interés que pudieran aparecer (Concurso de Arquitectura del Museo de San Isidro, 1989). El primer premio del concurso recayó sobre el proyecto Síntesis del arquitecto Quintás Ripoll, que mantenía el "compromiso entre arquitectura e historia" (Gutiérrez Marcos, s/f) y recuperaba la presencia y el espacio histórico del palacio respetando la planta.
2- Dirección: arqueólogas Doña Olga Vallespín Gómez y Doña Elena Serrano; Restauración: arqueólogo y restaurador D. Miguel Angel López Marcos; Peones: entre 6 y 8 de la empresa constructora POERSA, Empresa Municipal de la Vivienda; Financiación a cargo del Ayuntamiento de Madrid, a través de la Empresa Municipal de la Vivienda; Supervisión técnica de la CAM: Doña Pilar Mena Muñoz
Como resultado de los primeros trabajos se excavaron 18 cuadrículas, con una extensión de alrededor de 32 m'. No se detectaron restos de la supuesta continuación del viaje de agua, ni del cementerio de San Andrés, ni estructuras defensivas que pudieran corresponder a la muralla. A medida que se confirmaba la identificación de los restos arquitectónicos que continuaban exhumándose con el derribado palacio, la excavación se orientó decididamente a obtener toda la planta. Ya en esta primera fase destacó la riqueza del yacimiento en estructuras subterráneas, registrándose 16 posibles silos, pozos o fosas, perfectamente visibles bajo los estratos de palacio como manchas negras en el terreno. Con buenas condiciones de luz y remojando la tierra se perfilaba su sección redondeada excavada en el terreno natural de arena arcillosa de color amarillento (conocida como "arena de miga") y colmatados por tierras más oscuras. Siguiendo las directrices de la Comunidad, por no retrasar la marcha de los trabajos, solamente se excavaron dos de ellos (Al y FVI) para que sirvieran de orientación y así poder realizar estimaciones y hacerlas extensivas a los demás (Vallespín et alii, 1990).
En la segunda fase 3, desarrollada a continuación, se acometió la excavación total del solar concluyéndose las dos terceras partes del mismo (800 m2). Se registraron 29 nuevos posibles silos, ascendiendo a un total de 45, de los cuales solamente se excavaron 12, siguiendo el mismo objetivo que en la fase anterior, la mayoría resultaron ser efectivamente silos rellenos de cerámicas islámicas, solamente 2 de ellos respondían a pozos de agua (Vallespín et al¡¡, 1990). Aunque se presuponía la aparición de este tipo de estructuras que han sido tomadas también como basureros, lo más significativo, como se había apuntado en la primera fase de sondeos
previos, estaba representado por la abundancia de los mismos y la fuente de información que podían suponer para el estudio histórico de al-Andalus (López Marcos et al¡¡, 1989). Además localizaron en el área más próxima a la casa parroquial de San Andrés los primeros enterramientos del cementerio de la parroquia (Vallespín et al¡¡, 1990).
A finales de octubre, por decisión de la Dirección General de Patrimonio, se interrumpió la ejecución del proyecto deteniéndose las excavaciones, para dedicar los dos últimos meses del mismo, al tratamiento de los materiales obtenidos hasta el momento: lavado, siglado y dibujo, así como a la redacción de la memoria 4. En ésta se recogió un proyecto de conservación de algunos silos de la parte sudoccidental del solar, dada la resolución de la Comunidad dictada en las bases del Concurso de Arquitectura que amparaba la conservación de posibles restos de interés y la oportunidad que ofrecía la propia construcción del Museo sobre el yacimiento, que permitía que algunos silos originales se reservaran para ser expuestos, incluso con materiales en su interior, como una excepcional forma de conservar y disfrutar de la historia de la colina de San Andrés.
En la cuarta fase', que se inició mas de un año después, en marzo de 1991, se pretendía abordar la excavación de la zona norte del solar y, por fin, el vaciado de los silos, pozos y fosas. Efectivamente, se completó la excavación del cementerio de San Andrés y la parte norte ¿el solar, registrándose 12 estructuras subterráneas más. Se excavaron 31 fosas y silos, de las cuales 27 contenían materiales islámicos y el resto más tardíos realizándose análisis arqueo bótanicos. Así, al finalizar esta fase, cuando se había excavado casi todo el solar, a excepción de la zona de la capilla, el sector de la entrada del mismo y el pozo del milagro, así como algunas
manchas y parte del silo-pozo (FVI), se confirmaba la tónica marcada en un principio en cuanto a la abundancia de estos depósitos subterráneos, arrojando un número total de 57, de los cuales 44 poseían materiales islámicos, 2 respondían al tipo de pozos de agua (uno con materiales islámicos y otro cristianos respectivamente) y el resto a fosas, pozos negros o ciegos de datación posterior.
Después de un largo periodo de obras del Museo, entre enero y febrero de 1997, se acometieron las excavaciones pendientes en la capilla y el pozo del milagro', cuyos resultados permanecen inéditos (Serrano et alf, 1997 y 1998). Se inició también la excavación de uno de los silos que han quedado bajo el suelo del ala sudoccidental del Museo, construido intencionadamente sobrevolado con el fin de que se pudiera llevar a cabo el citado proyecto de conservación de silos. Se tomaron muestras por flotación de las tierras de relleno de los silos con el fin de analizar los restos vegetales.
EXCAVACIÓN
Por los inconvenientes que representaba y ante la necesidad (le excavar todo el solar antes de que se iniciara la construcción del Museo (le San Isidro, se desechó la idea de realizar sondeos puntuales aleatorios. Con el fin de que resultara operativo para futuras ('ases de excavación se adaptaron los sondeos a un proyecto (le exc,wición ioini del ~m1in,
adoptándose el método clásico de excavación en área, (Wheeler, 1954). Se subdividió el solar en cuadrículas de 5 m de lado, respecto de un eje de coordenadas con una orientación S-N y O-E'. Entre ellas se dejó un testigo (le I ni de anchura con objeto de mantener los cortes estratigráficos y iililicai Imui cl m arrro ele tierras sin dañar los restos exhumados.
Los sondeos se fueron abriendo en las cuadrículas de forma intercalada. Inicialmente a partir de los resultados de la excavación previa de pozos de sondeo delxl m en cada cuadrícula $. A partir de la cuarta campaña se adoptó el método de excavación en área abierta sin dejar testigos (Barker, 1977) y el sistema de registro mediante fichas de unidades estratigráficas con diagramas estatrigráficos (Harris, 1979), por su mayor agilidad en los procesos de excavación, sin perder precisión en la posibilidad de interpretación de las secuencias cronológica'. Se cambió la numeración de los silos, quedando sin numerar los que no se excavaron `.
En cuanto a la estratigrafia, por lo general una espesa capa de escombro cubría los restos del edificio demolido, bajo ésta se encontraban en algunos sectores suelos de instalación reciente de la última fase de ocupación del edificio, sobre otro nivel de escombros y uno o varios nuevos solados de palacio superpuestos que descansaban directamente sobre el terreno natural. Éste se encontraba sensiblemente rebajado y nivelado en la parte correspondiente a la planta de palacio, principalmente en el ala oriental que tenía planta sótano. Debido al sistema de construcción de la época, que debió arrasar cualquier nivel de ocupación anterior al palacio, se conservaban bajo el mismo solamente las estructuras subterráneas, entre ellas los silos, y aún éstos aparecían cercenados por su parte superior. No obstante, en algunos escasos sectores, como son el patio del palacio y algunos puntos al norte del solar, se conservaban sobre el terreno natural diversos e irregulares estratos de "echadizo" anteriores a su construcción con materiales arqueológicos, cerámicos y óseos.
Entre los restos asociables a al-Andalus ", los elementos más destacables estaban representados por los silos, que se encontraban dispersos por el solar formando en algunas ocasiones zonas (le mayor concentración. Presentaban siempre la sección (le 1,1 planta rirc~ilar I)(-r1)
respondían a diversos tipos en cuanto a su forma y capacidad, tendiendo a cerrarse hacia la boca y presentando muy a menudo base plana. Casualmente el primero en excavarse (A-1), que sirvió de modelo para el curso de las excavaciones, continúa cumpliendo la misma función, pues al final de los trabajos resultó ser el menos afectado por la construcción del palacio, debido a su situación en el ángulo sudoeste correspondiente a la entrada más antigua, aunque lamentablemente tampoco conservaba la boca y por tanto el sistema de cierre (2,38 m x 1,88 m) '2. Se excavó seccionándose por la mitad para observar el perfil de su alzado, de forma oval, y la estratigraficación de las tierras del depósito interior. Se hallaba bajo una arqueta que desfiguraba la boca, siendo el estrato superior de escombro (-13 cm), ladrillos, teja, cal y otros restos. correspondientes a la fábrica del palacio, a continuación tierra parda con materiales (-193 cm), una capa de arena arcillosa similar a la del terreno (-213 cm) y otra de tierras pardas con materiales (-238 cm). No se observó preparación o recubrimiento de las paredes del silo, aunque sí mostraban una superficie muy lisa, ni en este ni en ningún otro. A excepción del silo de la capilla que poseía testigos de una capa de arcilla quemada (3-10 cm de grosor) y donde se documentó también en el estrato inferior semillas en estado de fosilización que demuestran la función original de estas estructuras como silos de almacenamiento de grano. Se obtuvo una considerable cantidad de fragmentos de gran tamaño y poco rodados (que permitían componer las piezas casi por entero) de cerámica hispano-musulmana principalmente, de entre los siglos IX y XI, similar al de la mayoría de los silos, y algunos fragmentos más antiguos de tradición hispanovisigoda.
La mayoría de los silos fueron excavados manteniendo su forma, vaciando su interior estrato a estrato, cuando las dimensiones lo permitían, primero fina inilad v luego la otra, para ver y documentar la estratigrafia de
la manera más gráfica y exacta posible. A partir de la misma se ha podido establecer en cada uno de ellos una secuencia de estratos con materiales, que en ocasiones tenían intercalados estratos de arenas amarillentas, propias del terreno, totalmente estériles. En algunos casos se comprobó que estratos de diferentes texturas, colores y situados a diferente cota, los cuales fueron registrados individualmente, eran coetáneos pues contenían fragmentos de una misma pieza cerámica. Se dio también el caso de un silo (BII) cortado por su parte superior, de 100 cm de diámetro y tan sólo 80 cm de altura conservada, que respondía a una forma poco común, cilíndrica y con la base apuntada. Se encontraba relleno de arenas amarillentas casi completamente estériles, pues solamente se recogieron dos fragmentos de cerámica muy rodada y sin estratificar. Otro (FVI), también excavado en la primera fase y situado al sudeste del palacio, tenía la particularidad de continuar a partir de su base en forma de pozo estrecho de sección ovalada. Aunque solamente se vació la parte superior por cuestiones de seguridad ante posibles derrumbes, (a 4 m de profundidad empezaron anotarse filtraciones de agua evidenciándose su verdadera función de pozo), pudimos anticipar que los materiales que lo cegaban eran más tardíos que los del anterior. Las cerámicas tenían paralelos con la "de repoblación", fechada entre los siglos XII y XIII (Turina, 1987), siendo lo más destacable el material metálico por los datos cronológicos que pueden aportar. Como resultado de los análisis, se identificaron tres piezas de los siglos X-XII y una posible moneda del XV que permiten establecer una fecha post quem al cegamiento del pozo, a partir del siglo XII. Otro dato muy interesante para establecer una secuencia cronológica lo proporciona el hecho, que resultó bastante corriente, de que un silo cortara a otro, cuando el primero debía encontrarse totalmente relleno y con la tierra compactada. I ,o gile significa que el abandono de algunos silos es anterior a la ejecución de otros, siendo los conjuntos cerámicos dile contenían ili1i_v lu~mi~~ínr~~s I :1 sorpresa estuvo representada por el depósili) del sil(1 f I VI/( IVI), dc .'1111 ,-iii ilr ~li:'liiulni N I-I11 ri11 ele (ti¡(. :1 ti¡¡., tic I.t. l1pi, iiix,
deterioradas, dos pequeños fragmentos de sigillata clara. Se hallabanen el estrato más profundo junto a 116 fragmentos de cerámica selecta hispanomusulmana, bajo un estrato intermedio estéril y el superior con materiales arqueológicos también islámicos. Estos dos fragmentos atnque representan una excepción en el conjunto, no fueron los únicos pws se registraron algunos fragmentos más en otro silo.
existencia de un núcleo de población relacionado con labores agrícolas en la ladera de norte del cerro de San Andrés y que parece haber ido en aumento a partir, al menos, desde el siglo X. Solamente se documentaron dos muros, situados a la altura de la casa parroquial, muy distintos a los del palacio y anteriores al mismo, que quizá se relacionen con la parroquia de San Andrés o algún edificio anterior. El primero, de 0,93 m de altura y 0,69 m de grosor, con escasos cimientos y mampostería de sílex de tamaño irregular con ripios de ladrillo, trabado con cal y arena. Presentaba el aspecto de haber sido demolido y quedaba parcialmente debajo del ábside de la Capilla del Obispo (1520-1535). El otro (0,74 m de altura conservada y 0,74 m de anchura), prácticamente paralelo al mismo, también era anterior a la Capilla porque al igual que éste estaba cortado por ella. Se diferenciaba sensiblemente del primero porque, aunque los mampuestos de sílex eran igualmente irregulares trabados con cal y arena, en este caso se encontraban alineados con una verdugada de ladrillos a 0,54 cm de altura y presentan sus caras vistas planas, al estilo mudéjar, con paralelos muy cercanos en algunos muros de la iglesia de San Nicolás. Los materiales de los estratos superpuestos respondían a tipos datables a partir del siglo XVI. Tanto en el plano de Witt como en el de Teixeira (s. XVII) se sitúa en este punto una edificación de planta cuadrada correspondiente a San Andrés, similar a una torre, que podría identificarse con estos muros.
En el pórtico, delante de la capilla de San Isidro, bajo un suelo de losetas blancas y negras de la última reforma de la capilla (1789), se localizó un pequeño horno excavado en el terreno natural de arena de miga. Estaba compuesto por una estrecha zanja de acceso desde el sur (praefornium), que conducía hasta la cámara de combustión de planta circular con dos salidas de humo, sobre la que se apoyaba una base ele arcilla fragmentada y quemada. La parte superior, desaparecida, se adivinaba por el arranque de las paredes exteriores que Ionnarí:~n un:I Cubierta abovedada, la dial por su parle interior se clic Iwrrul;i lwr
correspondiente a la construcción de la caja de ladrillo que protegió la capilla después de la demolición. En el interior del horno, la tierra era de color pardo, muy suelta, con abundantes restos de carbón y ceniza; fragmentos del propio crisol, de tejas, de ladrillos, algo de hueso, restos de cobre muy deteriorado y escorias; así como algunos fragmentos de cerámica común. Una vez más, el arrasamiento de los estratos superiores y del horno, construido directamente sobre el terreno natural, nos impide la datación relativa. La cerámica recogida, de tipo común y sin decoración, tampoco permite hacer una estimación al respecto. Sin embargo el hecho de que se encontrara por debajo de la cimentación de los pilares que sujetaban las columnas del patio, permite afirmar que su uso y construcción son medievales, al menos, anteriores a la del palacio. Se trata de un arcaico horno doméstico de pan y otros alimentos, cuya forma tiene un origen muy antiguo y larga tradición, por lo que puede adscribirse tanto al mundo islámico como al cristiano.
Por lo que respecta a la capilla, la primera referencia de la dedicación al Santo es la que figura en la citada inscripción, en 1608, aunque, según la documentación de la casa en esa época (Marín y otros, 1989a), no consta ninguna alusión a la misma sino a un oratorio en el piso de arriba que utilizaba el Nuncio, huésped de aposento desde 1561. La primera descripción de la casa de 1619, se refiere a una "caballeriza de veinte y (7inco pies de largo y 22 de ancho, con una lumbrera a la calle". El primer dato de que la capilla ya estaba construida en recuerdo de que allí vivió San Isidro, figura en la solicitud de exención de huéspedes de aposento realizada en 1649, en que Fadrique Enriquez de Luján abordó reformas en palacio y, seguramente como colofón de las obras en 1663: "se colocó la .,agrada efigie" del santo, según la referida inscripción.
terreno natural. Éste estrato de arena de miga, se encontraba a 1,20 m por debajo de la cota del último suelo (antes de realizar las obras del Museo en la capilla), y a 1,50 m por debajo de la cota del patio y habitaciones contiguas y presentaba una superficie bastante irregular, con numerosos hoyos pequeños y una depresión central, que lo cruzaba de lado a lado con cierto declive hacia el este, probablemente para drenar la estancia. Directamente sobre él, se hallaba una capa compuesta por un mortero de cal con algunos clavos de hierro y una impronta rectangular alargada, de lo que pudo ser un tablón de madera, por lo que se puede deducir que estaría cubierto por un entarimado, cuyas huellas también se han detectado en la escalera. El acceso a la misma se halló bajo la grada de mármol del altar. Constaba de siete peldaños por los que se descendía a 2 m de profundidad hasta una pieza que se encontraba cegada por el muro lateral oeste de la capilla. En el lado norte, sobre los peldaños de la escalera se superponía un muro de ladrillos de la primera época del palacio, de buena factura, que se encontraba cortado en su parte central y bajo el muro lateral occidental de cierre de la capilla. La escalera estaba completamente cegada con tierra y escombro de diferentes composiciones, depositados sin duda con la intención de instalar el altar. El oportuno hallazgo de una moneda de 16 maravedíses de cobre de Felipe IV (1664) permitió obtener una fecha pose quem de la anulación de la escalera, correspondiente a la primera reforma estructural de la estancia que supondría la instalación de la capilla. Por su forma, es muy similar a las de la cueva excavada en mina con cubierta de "lomo de caballo" de la Plaza de los Carros, que contenía cerámicas musulmanas entre el relleno (Priego, 1990). Sin embargo, en nuestro caso no se documentó ningún tipo de material islámico, aunque hay que señalar que las obras de fortalecimiento de la cimentación, acometidas en el proyecto de construcción del Museo, abrieron una zanja que inipidio documentar la posible relación estratigráfca entre el moro de ladrillo, I;i•; escaleras y los muros del palacio. uparle del
estructurales de la capilla. Éstos son anteriores al muro de ladrillo, el cual es evidente que se realizó después de que se revistieran de madera los escalones, cuya instalación está probada por unos agujeros o mec:7inales del mismo, pero no hay testimonios para determinar si su construcción fue inmediata. No se puede asegurar, por tanto, que la escalera pertenezca a la primera fase de palacio. Nada impide pensar que esta estancia, incluida la cueva, posterior a la construcción del silo, fuera anterior a la del palacio y que esta fuera la causa de la diferencia de nivel entre el resto de las habitaciones. Los hoyos del estrato natural pueden responder a huellas de la presión de pisadas o estructuras en un suelo blando por la rumedad, lo cual concuerda con el uso de la estancia como caballerizas en la primera época del palacio, que señala la documentación histórica. También se ajusta a las descripciones de la casa de San Isidro que la describen cerrmo un aposento bajo con cueva o bodegas (Luján, 2001), elementos que, por otra parte, son también muy propios de las casas medievales y modernas.
El pozo del milagro, que ha quedado incluido en el interior del museo, es de sección oval y está revestido de ladrillo. Como se informó en la primera campaña, tiene 20 m de profundidad y posee un gran caudal de agua que alcanzaba 3 m de profundidad. En la parte superior estaba provisto de una serie de tuberías de agua contemporáneas.
Una vez se hubo vaciado el pozo, debido a las buenas condiciones de seguridad y a la profesionalidad y buena disposición de los poceros, los miembros del equipo arqueológico pudimos bajar a examinar directamente sus características estructurales, constatándose dos fases de construcción. La más antigua, realizada con ladrillos similares a los de la primera época de palacio, en la que la cimentación del pozo de sílex y grandes vigas de madera se encuentra a 15 m de profundidad, posee una galería anular alrededor del inisino excavada en mina, con bóveda en forma de "lomo de
ele nix; de ' in ele allura, a la que se accede por unas estrechas Ix-rlw;i( I'()r debajo de esla eiinenlación, J poro pasa a
del propio palacio, uno de ellos en su cara visita presciila una rosa, ideiili(.1 al motivo ornamental del patio. La roseta proporciona el dato duc ;ilcsl i~!1ia una ampliación del pozo, por agotamiento del nivel freático o demanda de agua en la casa, que podría datarse hacia 1666 en que la condesa de Paredes solicitó que le concedieran agua del Arca del Humilladero (Marín y otros, 1989a). Los trabajos dieron como resultado la extracción del fondo del pozo de una cantidad media de escombros procedentes del derribo y algunas monedas, pesetas y duros entre el limo que debieron depositarse a raíz de reanudarse la romería los últimos años. Es evidente que el pozo debió ser limpiado totalmente por última vez poco antes del derribo del edificio. Así se vieron defraudadas las expectativas planteadas desde que se inició el estudio histórico y arqueológico del solar, por la imposibilidad de encontrar monedas o exvotos propios de un pozo milagroso, que permitirían datarlo, y por no poder realizar el estudio arqueobotánico previsto. Definitivamente, solamente se puede acudir a los elementos formales para su análisis, como son la sección oval de la primera fase de construcción del pozo, que responde al mismo tipo de los pozos medievales localizados en el solar, y la fábrica de ladrillo que pone de manifiesto que, si no se excavó, al menos se revistió de ladrillo en el momento de construcción del palacio.
Para concluir, se confirma la existencia de un núcleo importante de población después de la fundación islámica, con materiales datables a partir del siglo IX, que según se constata debió ir creciendo y aumentando considerablemente, continuando la ocupación en época cristiana. El cambio se manifiesta por la generalizada anulación de la función original de los silos que coincide con la construcción del segundo recinto amurallado, que pasa a proteger esta ladera del cerro a partir del siglo XII. Si bien, hay que subrayar, que la etapa musulmana estaría precedida por una ocupación romana tardía, cuya relación directa con la fabricación de los silos es difícil de establecer, debido a la anecdótica presencia de fragmentos de cerámica sigillata, pero de la que probablemente arranque la tradición de su utilización. Estos fragmentos ponen de manifiesto la existencia en la colina
de iiiia poblacionn lardorromana probablemente rural, instalada en función de una vía que discurriría por Puerta de Moros. Bajo esta perspectiva las ¡Ortalezas emprendidas por el emir Muhammad 1 en Madrid, Talamanca y otros puntos estratégicos, cobran sentido dentro de un estudiado plan de dclcnsa de la Marca Media que protegería esta vía de penetración a Tordo desde el norte.
EXCAVACIONES 2:
ELENA SERRANO HERRERO
MAR TORRA PÉREZ
INTRODUCCIÓN
Las exeavacíones arqueológicas llevadas a cabo en el actual Museo de San Isidro son fruto del proyecto inicial de Santiago Amón y Margarita Díaz, promovido por el área de Urbanismo e Infraestructura det Ayuntamiento de Madrid y Colegio de Arquitectos con la colaboración de la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid y la E.M.V. La Comunidad de Madrid promovió y autorizó la excavación total del solar ecumplimiento del Plan General de Madrid (1985) donde el solar fi`u-a como zona A de máxima protección arqueológica'. En este trabaio ~~ presenta una síntesis del regístro de época medieval íslámíca documert-durante las diferentes campañas de excavación realizadas en el solar de 1: Casa de San Isidro.
El solar analizado se encuentra localizado intramuros de la super:Z:e englobada por el segundo recinto amurallado de la ciudad medies al levantado en tiempos posteriores a la conquista cristiana. La eiudz¿ islámica debió exceder pronto los límites del primitivo recinto amura6iac_que no abarcaba más de 4 Ha. Probablemente a partir del siglo X. el a-e_ habitada se ampliarla hacia el Este, donde las fuentes hablan del arraó,:1 :-la axerquía y una amplíacíón hacía el Sur, donde se sitúan los cerros de S-Andrés y de las Vistillas. Desde al menos el siglo XI la zona donde ,localiza la Casa de San Isidro formaba parte de este último
(Fernández Ugalde et al¡¡: 1998). Son numerosas las intervenciones arqueológicas realizadas en el entorno y destacan las llevadas a cabo en C/ Angosta de los Mancebos, 3, C/ De los Mancebos, 3, C/ Don Pedro, 2, Plaza de los Carros, Plaza de la Paja, Capilla del Obispo, C/ Cava Baja, 30, 22 ó 10. Los vestigios arqueológicos islámicos de Madrid se concretan en silos subterráneos, pozos y ajuares domésticos procedentes de los estratos de abandono de estas estructuras. Salvo el lienzo de muralla de la Cuesta de la Vega, no se han reconocido estructuras edificadas. Las grandes reformas urbanísticas llevadas a cabo han implicado la transformación de la topografía original y la casi total destrucción de la estratificación de las fases precedentes', como por ejemplo la construcción del palacio de los Condes de Paredes (S. XVI) en el caso que nos ocupa.
En San Isidro, el registro arqueológico del período islámico se limita a la documentación de numerosos silos, dos pozos y los materiales arqueológicos procedentes de estas estructuras subterráneas cuando son abandonadas. El análisis de los materiales, fundamentalmente cerámicos, permite encuadrar en algún momento entre finales del siglo XI y principios del siglo XII esta actividad de relleno de silos y pozos, coincidiendo con la conquista cristiana de la ciudad (1085) y los años que la sucedieron. Parece bastante plausible la explicación de este proceso propuesta por A. Fernández Ugalde quien relaciona el fenómeno con la implantación de relaciones de producción feudal (Fernández Ugalde, 1994; 1997).
Esta datación viene apoyada por información aportarla por excavaciones arqueológicas realizadas en las proximidades ', investigaciones sobre la aparición y difusión de diferentes tipos de cerámico 4 y, fundamentalmente, por el registro procedente del análisis de una secuencia estratificada documentada en la ciudad de Guadalajara'
LOS SILOS SUBTERRÁNEOS
Este sistema de almacenamiento es el tipo de registro más habitual en la Comunidad de Madrid ya desde época prehistórica (Díaz-cel- Río Español, 2001). Como demuestran recientes investigaciones, durante el período islámico los hallazgos de silos se multiplican, tanto en ambientes urbanos como rurales y el caso madrileño es un buen ejemplo. Los silos subterráneos de época medieval son: "estructuras de almacenamiento a largo plazo características de formaciones sociales en general prefeudales, a menudo de raíz tribal, relacionadas con formas de propiedad familiares, privadas o comunales y, en general, con sistemas de distribución que permiten una cierta autonomía en la acumulación privada y domestica de excedentes" (Fernández Ugalde, 1994). Está ampliamente demostrado el principio tecnológico para la conservación del grano (Reynolds, 1979). Este sistema fue favorecido por lo apropiado del clima ibérico -zomo lo señalaron autores medievales, Yaqut o Al-Razi, que mencionan que el trigo podía ser almacenado durante un siglo gracias al excelente aire de Toledo
(Watson, 1998). Una de las consecuencias directas de esta capacidad de almacenamiento fue que los años de sequía y las crisis estacionales pudieron controlarse y favorecer la estabilización del precio de los cereales (Glick, 1994).
Los SILOS DL SAN ISIDRO
Durante las diferentes campañas de excavación se documentaron y excavaron un total de 37 silos cuya ejecución y uso se encuadra en plena fase islámica. Se trata de fosas de planta circular y cuerpos cilíndricos, piriformes, troncocónicos o de sección acampanada. Estos últimos resultan especialmente eficientes ya que se consigue incrementar la capacidad del mismo.
En cuanto al acabado se documenta, generalmente, un simple alisado interior. Tan sólo en el caso del silo 46, el localizado bajo la capilla de San Isidro, las paredes mostraban claros indicios de haber sido sometidas a la acción del fuego. Los resultados aportados por los trabajos de flotación de otros contextos nos muestran granos carbonizados que también pueden ser indicativos de estas quemas del interior. Como demuestran diferentes estudios, la limpieza del silo debe realizarse cada vez que éste se abra y se suele hacer mediante el raspado de las paredes o la combustión del interior (Díaz-del-Río Español, 2001).
En el caso madrileño y según trabajos recientes, las capacidades de estos silos oscilan entre los 13 y 34 Hl (Fernández Ugalde, 1994). En el Solar de San Isidro, la media de las capacidades varía entre 6,28 Hl y 43,2 Hl.
Se ha realizado flotación de varios contextos procedentes de silos'. Uno de los más espectaculares es el silo 1 donde de una muestra de tan sólo 5 1 se recuperaron 937 granos de trigo, no identificado dado su mal estado
6- Durante la campaña de 1991 el análisis de los macrorrestos botánicos fue realizado por Javier González Chamorro y en la campaña de 1997 por Leonor Peña-Chocarro.
de conservación. En el silo 5 los resultados de la flotación aportaron leguminosas, trigo, avena, vid y malas hierbas. Por último, en el silo 46 se recuperaron abundantes restos y cabe señalar el estado mineralizado en el que se encontraron parte de las semillas. En este caso lo más destacable es la identificación de la unidad estratigráfica 358, estrato localizado en la base que contenía un importante número de macrorrestos que pueden ser vestigio de la primitiva funcionalidad del silo'.
LOS POZOS
Otro tipo de registro relativamente habitual en las excavaciones realizadas en el casco urbano madrileño se refiere a los pozos". Desde época romana y fundamentalmente en época andalusi, el aprovechamiento de los acuíferos subterráneos para el consumo directo y el regadío es una constante. La captación de estas "bolsas" de agua, próximas a la superficie, se realiza mediante el empleo de dos técnicas distintas: Los pozos verticales, extracción directa del agua y galerías subterráneas horizontales' aprovechando los desniveles existentes entre la captación del agua y el punto elegido para la surgencia (Argemi Relat et alii, 1995). En el solar de la Casa de San Isidro se han excavado pozos simples de sección circular que no presentan ningún tipo de acondicionamiento`. No se han documentado indicios de consolidación en la parte del cuello aunque no debemos olvidar que se encuentran seccionados por las obras de construcción de la casa-palacio. Generalmente presentan pates enfrentados
7- El resto de las semillas proceden de las tierras que rellenaron y amortizaron los demás silos. I)esconoccinos que parte pueden ser considerados residuos originales del uso como tal. En el último caso señalada debemos comentar que, lamentablemente, el estudio final no ha podido llevarse a cabo por taita efe presupuesto.
para facilitar las labores durante su construcción y, posiblemente, para su mantenimiento.
Por otro lado, existen métodos más complejos para la extracción del agua: norias y cigüeñales (Argemi Relat et al¡¡., 1995). En cuanto a la noria, se admite que aunque conocida en tiempos preislámicos alcanza su difusión durante el periodo islámico. El agua se extraía mediante botes, arcaduces o cangilones o bien cubos atados a la rueda. Por ello la aparición de arcaduces en varias de las excavaciones a las que nos hemos referido (además de en San Isidro) es un indicador de la difusión de este ingenio hidráulico en el territorio madrileño. Se trata de recipientes cerámicos de forma tubular con hendiduras para atarlos a la rueda de la noria (Zozaya, 1981). Varios autores han estudiado su evolución tipológica a partir de ejemplares procedentes de excavaciones arqueológicas (Bazzana, et al¡¡, 1987; Acién y Martínez, 1989; Gutiérrez, 1995). En la excavación se han recuperado varios fragmentos de arcaduces alguno de los cuales se encuentra muy completo.
EL :ABANDONO DE SILOS Y POZOS
La siguiente actividad documentada se refiere a la amortización y abandono de las estructuras subterráneas de la fase precedente que se utilizan como basureros. La información que habitualmente ha generado la excavación de silos se refiere a estudios tipológicos y morfológicos de los materiales, generalmente cerámicos, procedentes de los estratos de relleno y que permiten encuadrar cronológicamente el momento de su abandono.
La formación de estos estratos es producto de la "limpieza" más o menos rápida de diferentes ambientes domésticos ". Este hecho ha provocado que en la actualidad los ajuares cerámicos procedentes de estos
silos reutilizados como basureros sean, numéricamente hablando, muy numerosos. Por ello su estudio puede resultar muy interesante ya que aporta conjuntos bien representados de los ajuares domésticos.
Otros estudios realizados se refieren al análisis de los macrorrestos botánicos y de fauna. Para este último se seleccionaron dos contextos, uno con materiales tipológicamente islámicos y el otro claramente posterior a la conquista. Las especies identificadas son bastante similares: caballo, vaca, oveja, cerdo, perro, gallina y pato común. Ciervo sólo en el de fase islámica I2.
LOS MATERIALES CERÁMICOS
Para abordar el estudio de los materiales cerámicos hemos seguido el esquema propuesto por autores como Navarro, Bazzana o Roselló Bordoy que proponen un análisis basado en la clasificación funcional de las piezas cerámicas. Por ello es importante, a la hora de asignar la función, atender al fin específico para el que se hizo la pieza y no los usos secundarios que se le pudieron dar. En esta clasificación funcional están presentes los siguientes grupos: vajilla de cocina, almacenaje, servicio de mesa, usos múltiples, usos adicionales, contenedor de fuego, uso arquitectónico y varios. Por otro lado, el estudio tipológico realizado por M. Retuerce de los materiales cerámicos de la Marca Media (Retuerce, 1998) nos ha permitido, a la hora de abordar nuestro trabajo, conocer o reconocer los diferentes tipos, en qué yacimientos se han encontrado y si se trata de materiales contextualizados o no.
Es importante señalar que la general ausencia de secuencias estratificadas, como en este caso, imposibilita no sólo el establecimiento de cronologías relativas sino, y en definitiva, la obtención de conocimientos sobre los ajuares cerámicos representativos de cada fáse. El análisis (le Ills materiales se va a limitar a una mera descripción sin orle mr Iuiedlm apori;II dataciones cronológicas Hables.
Detalle de la excavación
teniendo en cuenta la ausencia/presencia de determinadas técnicas como por ejemplo verde y manganeso o cuerda seca.
El material cerámico de fase islámica recuperado durarte las diferentes campañas de excavación procede en su totalidad de los 37 silos y los 2 pozos reutilizados como basureros. El número tetal de fragmentos asciende a 3.451. De la totalidad de los conjuntos hemos seleccionado varios contextos, concretamente los procedentes de los silos: l, 2, 4, 5, 26 y 46. El análisis funcional realizado permite señalar que presentan unas características muy similares. Se aprecia una importante diversidad funcional y tipológica representada por la existencia de piezas destinadas al servicio (le mesa (ataililres, limetas, jarritas, redomas y tazas), almacenaje tj;lrrlti, Iarnly orlas), cocina (ollas y cazuelas), usos múltiples (le)rillos),
1' :Illalfeti% y usos adicionales (tapaderas y
de cada uno de los conjuntos analizados. La variación en los porcentajes de v. de mesa y v. almacenaje no es muy marcada (36%-21%) mientras que en la v. de cocina los valores oscilan entre el 51% documentado en el silo -16 y el 18% del silo 2.
Otro dato de interés es el relativo a la representatividad de las cerámicas vidriadas en relación con el total de materiales recuperados. selecto y no selecto; el porcentaje de fragmentos vidriados oscila entre el 3% (silo 1) y el 15% (silo 5).
En cuanto a las técnicas decorativas documentadas en las cerámicas vidriadas 13 destacamos las conocidas como verde y manganeso y cuerda seca en sus dos variedades, total y parcial o de verdugones. Estas técnicas se encuentran siempre asociadas aunque varían los porcentajes. Por ejemplo en uno de los silos el verde y manganeso supone un 81% del total de la cerámica vidriada frente al 2% de la cuerda seca y en otro de los conjuntos analizados la primera de las técnicas supone un 10% frente al 16% de la segunda. Las piezas con vidriado melado se encuentran en dos de los silos y piezas con vidriado melado y trazos de manganeso tan sólo en el silo 2.
La diversidad tipológica es también muy indicativa. Según la tipología de M. Retuerce se han identificado un total de 17 tipos, en su mayoría pertenecientes al grupo de piezas destinadas a la presentación de alimentos, como ataifores, jarritas, tazas, limetas y redomas. Cabe destacar. por el contrario, que en la vajilla de cocina el 100% de los fragmentos identificados pertenecen a un mismo tipo, el conocido como "olla de escotadura en hombro" ".
Por último, nos vamos a detener en una serie de piezas cuyo hallazgo puede considerarse más novedoso.
13- La muestra selecciona procede de los silos 1, 2 y 46.
14- El tipo fue identificado por M. Retuerce y J. Zozaya en 1983. Posteriormente y a partir de las ecaa, _: realizadas en Calatalifa, M. Retuerce estableció su cronología islámica y lo definió como uno de lo, - cerámicos más representativos de la cerámica meseteña.
gran parte del territorio andalusí `S. Todos los ejemplares conocidos -procedentes de excavaciones arqueológicas- tienen la misma morfología. Según G. Roselló Bordoy el tambor actual no presenta relación alguna con los especímenes constatados arqueológicamente hasta el momento (Roselló Bordoy, 1991).
CONSIDERACIONES FINALES
El registro arqueológico de época islámica de la ciudad de Madrid se refiere, fundamentalmente, a estructuras subterráneas como son los silos y pozos y a los materiales procedentes de los estratos de relleno. El continuo crecimiento de la ciudad ha implicado importantes desmontes que han transformado la topografía original y destruido la estratificación de fases precedentes. La envergadura de estos desmontes explica la inexistencia de secuencias coetáneas al momento en que se hicieron y usaron la mayoría de los silos y pozos. Se puede deducir, no obstante, la ocupación de la zona a partir de estos indicios ya que es muy probable que cada silo o conjunto de silos se relacionaran con las viviendas. Cuando acometimos el estudio de los materiales éramos conscientes de que esa inexistencia de secuencias, general en la Frontera Media, impedía un análisis que no fuera el estrictamente morfo-tipológico. Cualquier intento de datación sólo podía apoyarse en la presencia-ausencia de determinadas técnicas que permitían encuadrar cronológicamente los ajuares cerámicos,
Así, en la mayoría de los conjuntos analizados se observaba una coincidencia en cuanto a las características generales, reflejadas en el apartado anterior, destacando la asociación de las técnicas de cuerda seca
y verde y manganeso. Parece comúnmente aceptado por gran parte de los investigadores que la cuerda seca alcanza su máxima difusión durante el
siglo XI (Moreno Garrido, 1987; Valdés et al¡¡, 2001) y que el Terde y manganeso, aunque de origen anterior en Córdoba y su alfoz (en la actualidad se data en torno a mediados del siglo X), en la mayoría d,- las regiones peninsulares se documenta por vez primera a inicios del s glo XI (Valdés, 2001: 356). En el caso de los ajuares cerámicos de San Isidro y a partir de la asociación de estas técnicas, se proponía una datación de la segunda mitad del siglo XI.
Esta similitud entre los ajuares procedentes de gran parte de los silos madrileños abandonados y fechados en algún momento de la segunda mitad del siglo XI fue debidamente observada y analizada por A. Femández Ugalde quien plantea como hipótesis que la oclusión generalizada d, los silos debe relacionarse con la implantación de las relaciones de procucción feudal (Fernández Ugalde, 1994 y 1997).
Podemos afirmar que se trata de ajuares típicos de la segunda pitad del siglo XI meseteño y, como demuestran intervenciones arqueológicas recientes '6, con perdurabilidad durante al menos los comien2o, del siglo XII.
Sin embargo, el problema que plantea el estudio de los materiales cerámicos que proceden de contextos no estratificados resulta obvio. Recientes excavaciones en yacimientos o solares con secuencias estratificadas están permitiendo determinar una serie de características para los ajuares cerámicos de las diferentes fases del período islámico. Ají, en el año 1999 realizamos una excavación en la ciudad de Guadalajara, unto al Alcázar, donde tuvimos la oportunidad de identificar y documentar una estratificación que para el periodo islámico permitía establecer 4 fase;. Lo más destacable de los materiales cerámicos, es la notable diferencia qxe se aprecia entre las últimas fases, la plenamente taifa y la inmediatamente
anterior. Se observa un cambio en cuanto a la diversidad tanto funcional como tipológica. En la fase pretaifa los conjuntos presentan una escasa variedad frente a la diversidad de la última fase. Por citar algún ejemplo concreto, en la vajilla de mesa se encuentran representadas tan sólo jarritas y redomas y en la vajilla de cocina las ollas son siempre de cuello vuelto y borde engrosado o bífido. En todos estos grupos las bases son planas, la decoración pintada apenas se documenta y los ejemplares vidriados, muy escasos, son siempre en verde y melado-dorado.
Por el contrario en la última fase se encuentran muchos más grupos desde el punto de vista de la clasificación funcional y con un repertorio tipológico muy superior. En este caso, en la vajilla de mesa se reconocen numerosos tipos. Llama la atención que en el grupo de vajilla de cocina las ollas identificadas son siempre de "escotadura en hombro". La decoración pintada es muy abundante y en las vidriadas, por vez primera se documentan las piezas en verde y manganeso, cuerda seca total y parcial, meladas, monócromas en manganeso, etc. El interés de esta intervención radica en la documentación de unos contextos claramente estratificados que ha permitido la obtención de una cronología relativa para unos conjuntos de materiales de fase islámica. Es un punto de partida que nos está permitiendo "reconocer" distintas fases de ocupación, abandono, etc. en sitios no estratificados. De este modo, en el año 2001 realizamos una intervención en un solar de Madrid (C/ Requena c/v Plaza de Ramales). Una vez más, el registro arqueológico de fase islámica se limitaba a la documentación de silos y pozos. El análisis de los materiales cerámicos procedentes de los estratos de relleno de estas estructuras nos permitió identificar dos momentos de abandono. Los materiales de uno de los silos se caracterizaban por la escasa diversidad funcional, los pocos tipos representados y el claro predominio de la cerámica bizcochada (tan sólo un fragmento vidriado, de forma cerrada, verde exterior y mcl;rulo-drn-a(Io interior). Las ollas identificadas eran de borde vuelto y nunca (le a
de los materiales, por el contrario, resultaban semejantes a los descritos para San Isidro y la fase IV de Guadalajara.
Sólo la identificación, excavación y documentación de sitios estratificados va a permitir reconocer primero y diferenciar después las "características" de unos ajuares cerámicos cuya tipología islámica resulta fácilmente reconocible pero que si no se encuentran asociados a determinadas técnicas resulta imposible datar con precisión. El ejemplo que hemos mostrado nos permite afirmar que los materia'es cerámicos recuperados en el solar de la Casa de San Isidro son plenamente taifas, que ninguno de los conjuntos puede datarse en una fase anterior y que es fundamental analizar los materiales procedentes de un mismo contexto conjuntamente. El análisis individualizado de determinadas piezas nos puede llevar a proponer cronologías erróneas. Una de las grandes aportaciones de la denominada "Arqueología tradicional" debe ser el reconocimiento de secuencias con materiales arqueológicos estratificados y debidamente contextualizados. Es la manera de obtener cronologías fiables y, en definitiva, generar conocimientos aplicables a investigaciones de largo alcance ya que sin los oportunos elementos datantes se pueden invalidar muchas de las interpretaciones realizadas a partir de un registro arqueológico cuya datación resulta imprecisa. Para ello es absolutamente necesario que publiquemos los registros completos de las excavaciones arqueológicas realizadas.
En el presente capítulo, titulado "Tras las huellas de la ciudad islámica", su autora, Cristina Segura, hace un fascinante recorrido por las calles y edificios del Madrid musulmán. Los escasos restos arqueológicos encontrados en la capital de España relativos a su pasado islámico no deben hacer olvidar el peso específico que ese legado, topónimo incluido, ha tenido en la postrera historia de la ciudad.
VIAJES DE AGUA
A diez kilómetros del pueblo de Manzanares el Real nace el río que lleva su nombre; recogiendo agua de algunos arroyos pasa por el Pardo y Madrid, luego, cerca de Vaciarnadrid, se incorpora al Jarama; afluente de este río es también el río Lozoya que nace entre la Piedra Lara, las Cabezas de Hierro y el puerto del Paular, pasando por Buitrago, donde se estaciona en el Pontón de la Oliva.
El agua de Madrid para su abastecimiento nace y sale entre arena áspera y roja, debido a las filtraciones de minas subterráneas, y se forman de las que derraman las sierras inmediatas, lo que la hace sumamente delgada y de excelente calidad, en la que no se encuentra color, olor ni sabor, adquiriendo las propiedades fundamentales para la salud.
La conducción por las antiguas, malas y sucias cañerías de plomo y barro constituían los «viajes de agua» de la Villa de Madrid. Sistema adoptado por Felipe II, que ya el arquitecto Villanueva declaró inconveniente y ruinoso.
Por el lado septentrional de las sierras de Guadarrama hay concavidades que sirven de madre a ríos y arroyuelos que desaparecen .y se pierden sin utilizarlos.
Desde muy antiguo se empleó en Madrid, para medir la cantidad de agua de las fuentes, una unidad métrica llamada «real de agua», nombre que procede de la cantidad de agua que sale por un orificio circular cuyo diámetro es igual al de un real de vellón; pero no había acuerdo en la longitud de este diámetro, que unos suponían (le 6,5 líneas, y otros de 7, ni menos en la altura de la carga, que unos suponen de una línea y otros de un dedo, contando desde el borde superior de los orificios.
De ahí que Polanco apreciaba en el año 1727, el real de agua, en la cantidad que sale por un orificio que produzca 9,266 pulgadas cúbicas por segundo, y por otro lado Barra fijó su valor en 2,98 pulgadas cúbicas.
ALCUBILLA
Tenía su nacimiento en la Dehesa de Chamartín y valle de la Alcubilla; caminando por diferentes pozos tapados con losas atravesaba el arroyo y el valle que bajaba al camino de Fuencarral; frente del que va a Chamartín había un arca de recogimiento con su desagüe que sale al arroyo, y de ella parte una línea de minas hacia el camino de Fuencarral, donde había dos pozos con losas, prosigue a orillas del camino hasta llegar a un arca de medida mayor fuera de la Puerta de Bilbao, continuando a las arcas siguientes: arca principal situada en la calle de Fuencarral frente a la de San Mateo, otra subterránea esquina a la calle de San Joaquín, arquilla en la Corredera de San Pablo, otra en la calle de El Escorial, otra en la calle Molino de Viento, existiendo otra en la mitad de esta calle; arca subterránea en la plazuela de San Idelfonso, otra en la calle de Santa María del Arco (desde 1904 calle de Augusto Figueroa), otra, esquina a la ya desaparecida calle del Carbón y otra en la calle de Desengaño; cambija (arca elevada sobre la tierra) en la calle de la Justa (parte de la actual Libreros), arca en la calle de Tudescos, cambija al lado de la Puerta de los Carros, en el Hospicio; cambija en la esquina de la calle de San Mateo, otra en la calle del Colmillo (hoy, calle de Benito Pérez Galdós); otra, esquina a la calle de las Infantas.
A este -virr,je— se le urna el cle Contreras 'armando uno sólo desde el pozo del resalfr donde se dividían (los ramales. El nacimiento de este último Lenta su arranque jun1.o al camino de las postas, en un valle más arriba rlvl nacimiento riel que va al convento de las Descalzas Reales, cr la vista del valle que llamaban de Noríeta, entre este camino y la callr, rle 1< ur,ru~arral, donde había pozos empedrados cubiertos hasta llegar :r otro tapado con una losa llamada del «resalto», donde se reunía con el de Alcubilla continuando el itinerario siguiente: arca subterránea frente a las Comendadoras de
LA CASTELLANA
Su nacimiento era desde un pozo empedrado en l(>_ casa de Maudes, desde el cual partían dos minas cortas, ~ derecha camino de Chamartín y otra a la izquierda cama_ Fuencarral, pasando ambas hasta la vereda que atraviesa el cara. no de Maudes a Chamartín donde había un pozo empedrado cubierto de remate de piedra en el valle de la Guindalera, donde había otra losa que tapaba un pozo recogiendo las minas de las arcas siguientes: Cuesta de Santa Bárbara, cambija en la calle de San Mateo, arca de los Galápagos, arca en las Cuatro Esquinas esquina a la calle de San Marcos y San Antón; cambija en la calle del Soldado, cambija esquina a la calle de las Infantas, arca en Capuchino, arca subterránea en la calle de Hortaleza, otra igual en la mina de la Red de San Luis, otra en la calle de la Abada; cambija en la calle de Caballero de Gracia, cambija en la calle de la Virgen de los Peligros, arca en la casa del marqués de Santiago, arca en la esquina de la calle Ruz y Victoria, cambija en la plazuela de Canta Ana, arca junto al campanario de San Sebastián; arca subterránea en la calle de las Urosas; arca en la calle de la Cruz y Majaderitos; arca subterránea en la plaza del Ángel y cambija en la plazuela de Santa Cruz, dando fin a este «viaje».
ALTO ABROÑIGAL
Tenía su principio frente a la fuente del arroyo de este nombre, subía por el camino de Alcalá y en lo alto de esta cuesta había un pozo empedrado tapado, con sus remates de piedra, por donde se bajaba a visitar las arcas y minas de este «viaje», las cuales seguían hasta llegar a un arca que estaba junto a la falda de dicho arroyo y que estaba realizada de fábrica de ladrillo cubierto, reuniéndose con otros manantiales que llegaban de diferentes puntos, llegando a Madrid a la espalda de Recoletos, donde existía el arca llamada del Palomar, continuando a las siguientes: arca de Pajaritos, arca junto a la huerta del Linard, arca subterránea frente a la calle de la Reina, buzón en la calle del Clavel, arca en la esquina de la calle Angosta de San Bernardo, arca subterránea debajo de la Aduana, arca en la
BAJO ABROÑIGAL
El origen y nacimiento del Bajo Abroñigal estaba más arriba del puente de este arroyo, al principio de la cuesta del camino de Alcalá, donde había dos pozos empedrados cubiertos con remates de piedra, continuando las minas y pozos hasta dicho arroyo, donde había un arca fabricada en ladrillo, y desde éstas atravesaban las cañerías hasta llegar a dicho puente, donde corrfa el agua por los llamados caños del Abroñigal y venían a Madrid a la puerta de Recoletos donde había un arca de recogimiento, continuando a las siguientes: arca embebida en la esquina del Pósito, arca en la pared del convento de las Carmelitas esquina a la calle de Alcalá, arca subterránea en la calle del Sordo, otra subterránea en la calle de Cedaceros, arca en la calle del Baño, arca subterránea en la esquina de las calles de León y Prado, dos puertas pequeñas en la mina de la calle de Atocha, arca subterránea frente a la calle del Amor de Dios, otra frente al Colegio de Niños Desamparados, otra frente a la calle de San Eugenio; arca en la calle de Santa Isabel, otra en el centro de la misma calle, arca subterránea en la calle de San Ildefonso, arca en la calle de San Blas, arca subterránea en la calle de Magdalena, otra igual en la calle de Ave María, cambija en la misma calle de Ave María, arca subterránea en Barrio Nuevo, otra subterránea en la calle de Mes(')¡) de 1'aredc•v; ol.ra en la calle (le Embajadores, otra en la esquina de la cal1v dul Oso, pcwrla visil,able en la esquina de la calle de t',;rl>cwl.rc•rcrb, I>rrrcnr crr la calle de Embajadores, arca subterránea err la calle- rlc• I:r I~:ric crniiencla, arca junto a la fuente del Rastro, arca subl.c rr:iric•:r crl la calle de Toledo, arca en Puerta de Moros, otra igual err la calle llrnuilladero, arca subterránea en la calle de Cabestreros, arca srrlrterránea en la calle del Águila, arca en la plazuela de los Carros, arca en la calle de los Santos; cambija en la calle del Rosario, arca en la plazuela de Concepción Jerónima,
Fuentes que surte ALCUBILLA
Galápagos Del Soldado Plaza de Bilbao Descalzas Santa Cruz Antón Martín Santa Ana Preciados (caño de vecindad) Regueros (caño de vecindad) San Gregorio (caño de vecindad) De los Gitanos (caño de vecindad)
Fuentes que surte CASTELLANA
San Fernando San Antón Valverde
Red de San Luis Santo Domingo Mostenses Afligidos Chamberí (caño de vecindad) Plaza del Gato (caño de vecindad) Tudescos (caño de vecindad) Hospicio (caño de vecindad)
Fuentes que surte ABROÑIGAL ALTO
Celenque Aduana Relatores Plaza de la Villa Cebada
De los Negros (caño de vecindad) Lavapiés (caño de vecindad)
N-° Plano Fuentes que surte ABROÑIGAL BAJO
1 Cibeles
2 San Juan
3 Santa Isabel
4 Ave María Lavapiés Cabestreros Cerrillo del Rastro Toledo
9 Puerta Cerrada
10 Puerta Moros 11 Águila 12 Rosario 13 Embajadores 14 Alcalá (caño de vecindad)
15 Plaza de Jesús (caño de vecindad)
16 El Sordo (caño de vecindad)
17 Plaza del Rastro (caño de vecindad)
18 Calle de la Paloma (caño de vecindad)
19 Calle de Segovia (caño de vecindad)
20 San Bruno (caño de vecindad)
21 San Blas (caño de vecindad)
22 Apolo (caño de vecindad)
Y ya, como colofón a estos «viajes» de agua que surtieron a la Villa en el siglo xxi, no puedo por menos de decir: ¡BENDITA AGUA DE MADRID!
ISIDROS:
Llamar a alguien isidro era sinónimo de llamarle «paleto», de hombre avezado del campo con sus productos de la tierra y sus crías de animales, muy envidiables por los hijos de la capital.
Sus indumentarias los hacían partícipes del sello más característico de «isidros»: con sus paveros de ala, sus trajes de pana y el refajo. les daban foranía.
La presencia de los mismos en la villa y que marcaba el comienzo de las fiestas Santo Patrón, Isidro el Labrador. Traían en sus alegría. Pero éstos nunca llegaban con las manos vaciar cuando se albergaban en casa de algún pariente de la capital: en este caso. los productos de la región los traían en maletas de cartón o en sacas fuertes de lona. Los productos de la matanza eran los que más alegría daban a sus parientes capitalinos.
Otros, los menos afortunados de ser acogidos en casa de sus parientes, llegaban a los mesones de las Cavas donde se alojaban, o a las pensiones familiares de gentes sencillas donde se comía, tanto los propietarios como los pensionistas, en la misma olla de comida.
Llegaban de todas partes de la provincia, con el fin de participar y divertirse en las fiestas locales. No paraban, desde su llegada recorrían todos los rincones habidos y por haber de las encrucijadas callejuelas madrileñas, sus quermesses, sus verbenas, sus corridas de toros; en consecuencia, que hacían su turismo Madrid, que al fin y al cabo era lo que más cuadraba en su pensar y ser.
Había dos tipos de «isidros». los días el plato de comida y mantenerlos durante los festejos. Los clásicos eran otra cosa, más simpáticos, más dicharacheros. llegaban a Madrid y rápidamente alquilaban un coche tirado :-r caballos, para saludar a la Cibeles, ir a la Puerta del Sol para r como caía la bola a las doce. Solían recorrer los barrios que más recordaban su entorno en el pueblo; la plaza de la Cebada, la de Paja, Puerta Moros, las Cavas, Puerta Cerrada, Humilladero, i` alatrava y tantos otros rincones del lugarón de la Villa. Solían alo_,arse en los paradores de las calles antedichas, en la calle de Toledo. en la Posada del Peíne y sus deleites eran pasear por la calle de Toledo hasta llegar a la Plaza Mayor, donde se surtían de abanicos, zorras. bisutería barata y todos los atractivos que podían llevar al pueblo. en prueba de su asistencia a los «madriles».
Pero éstos también pagaban las «novatadas», tales como el timo de la -estampita». pagar un «pase» para recorrer la Gran Vía, el lance de las tres cartas». Todo esto aquí en los «madriles», verdaderos amantes del laboreo del campo N- portadores de sus ricos frutos y vínos que en sus tierras cosechan, imitando así los testimonios entrañables que su antecesor les predicó.
Bienvenidos y para siempre sean estos «isidros» a Madrid, que es el verdadero lugar que se merecen, y que no es otro, al fin y al cabo, donde con más amor y cariño se les acoge.
la calle de la Colegiata.
Hasta el siglo xix nadie la conocía más que por la calle del Burro. Aunque fue bautizada como calle de la Merced. después Padilla, acto seguido de Béjar Motivos por llamarla calle del Burro' En ésta solar el valeroso Francisco Ramírez, El Artillero. esposo de Beatriz Galindo, conocida por La Latina. Beatriz Galindo qui=a levantar un convento, al que su marido aportó el solar y el dinero. El convento se llamó de Concepción Jerónima. A un lado de este convento quedó una zona que se llamó de la Colegiata. Y en esta zona, su propietario, que no era Francisco Ramírez, construyó un corralón con cuadras para alojar a las famosas «burras de leche», que corrían en recua por Madrid en sus madrugadas para el reparto de dicha materia; parece ser que esta leche de burras era excelente para las afecciones del pecho.
El corralón, además de cuadra de burras, era almacén de maderas y a su vez silo de estiércol; por tal motivo, a su propietario se le ocurrió colocar un espantapájaros muy original. Con una piel de burrillo relleno de paja modeló, como si estuviera vivo, para que los gorriones temiesen su presencia; pero éstos perdieron el respeto al burro y seguían su escarbadura por el estiércol
Ronda de Pan y Huevo.
Durante el siglo xviii, el más aburrido siglo, Madrid buscó, para sobresalto de sus noche: estímulo de su calenturienta imaginación, van espectáculos. Entre ellos, ninguno tan plástico la Ronda de Pan y Huevo.
Esta «ronda» fue fundada en el año 1615 por Padre Bernardino de Antequera, y tuvo su sede en el Albergue San Lorenzo, situado en la esquina de la antigua calle de los Coi hoy Capitán Salazar Martínez. Esta Hermandad se denominó t Refugio y Piedad y entre sus auxilios se destacaban los de «ronda hospedería».
La Ronda de Pan y Huevo estaba compuesta de un sacerdo dos seglares y numerosos criados con camillas y sillas de mano. referida Ronda buscaba, por los vericuetos de Madrid de aquel días, al pobre que, ya sin fuerzas, se había caído en la esquina 1 desfallecimiento. También subían a la casa del enfermo para d, pejarla de ascos y aprensiones y se llevaban a los locos que se dab golpes en la cabeza con la silla de mano hecha para estos caso=.
De noche, con un farol, la Ronda buscaba en los quicios y en tabucos a los menesterosos, para entregarles un pan y dos huc-, duros, a los moribundos de estocada airada o de puñalada trae_ para prepararles el viático del alma, y a los muertos, con o sin . lencia, para darles sepultura.
Antonio de los Alemanes Este hospital, llamado primeramentede los Portugueses, fue fundado por Felipe III para enfermos y peregrinos portugueses, hasta que, separados los dos reinos, pasó a llamarse San Antonio de los Alemanes, siendo doña María Ana de Austria quien lo amplió para enfermos y peregrinos alemanes. Estuvo ubicado en la Corredera Baja de San Pablo y en la calle de la Puebla. Todo este perímetro que forma la manzana 371 tiene un aire de acogimiento muy madrileño y quien ha penetrado en los misteriosos sabores de la Villa lo sabe apreciar.
Madrid siempre amó la noche turbulenta y absurda. Así, los mendigos que todos los días se establecían junto a la tapia roja de la Hermandad eran los únicos que tomaban el huevo sin engaño, con ese privilegio que tienen los desheredados en la hora de la caridad.
A través de las innumerables noches de los siglos se afanan allí dentro, en la asiduidad que no mira hacia atrás, los que se dedican a la caridad diaria. El refugio formaba hileras de mendigos y vagabundos, formada en gran parada, demostradora de lo larguísima que es la cola de la pobreza. El Refugio de la Ronda de Pan y Huevo no asilaba a nadie: sólo era posada de peregrinos, y los despedía al día siguiente. Se contagian del alma de todos. Severo y respetuoso es el trato del refugio. Se acepta al caminante como a un rey de incógnito: se le da algo caliente y se le permite que duerma tranquilo. No se le interroga demasiado, ni se le hostiga. Paz al hombre errante.
Todos los días eran diferentes, porque está prohibido la insistencia en esta casa, y el pasajero ha de ser verdadero pasajero, no pudiendo pasar hasta pasado un año, pues esta hospedería está fundada para albergue, por la noche, de los pobres transeúntes o de quienes salen de los hospitales, no recibiéndose a los que se presenten después del toque de oraciones y debiendo ir todos provistos de los oportunos pasaportes, cédula de vecindad o alta médica de los hospitales.
Durante el siglo xviii, Madrid conmovió sus noches con esa ronda que iba, como los actuales traperos que buscan en los contenedores de basura, rebuscando entre los fermentos de la noche de la desilusión y la sorpresa.
A todos, en general, y, con cierto privilegio a todos los que quieren a Madrid, le adoran y, sobre todo, le recuerdan sus pasados testimonios como reliquias imperecederas. A todos los que por circunstancias no conocen Madrid y, aún más, no quieren recordar su pasado histórico.
En los siguientes cuartetos desarrollo someramente los valores que Madrid tuvo, así como su historia, costumbres, sus privilegiados rincones, y toda esa mescolanza de recuerdos para que el lector pueda saborear su gran valor matritense.
Era un lugarón manchego con visos de futura Corte, donde plebeyos y nobles convivían en buen orden.
El emir Muhammad primero el ochocientos
fortifica la meseta levantando fortaleza.
Se sitúa en la Alcazaba cercándola de muralla, en legítima defensa
del cristiano que llegaba.
Vuelve hacer otra muralla para cercar la Medina ante el ataque cristiano que no para en acometidas.
Al transcurrir los cien años el rey Ramiro segundo intenta atacar al moro
no pudiendo hacerle daño.
Mil ochenta y tres es el año que Alfonso sexto el cristiano logra la reconquista haciendo Madrid cristiano.
Don Pedro primero el Cruel al cabo de quinientos años transforma el Alcázar moro en buen palacio crisliacro.
Después viene Juan segundo aficionado a las letras
a los versos y a las tunas
teniendo por favorito a don Alvaro de Luna.
El quinto de Trastamara hijo del anterior
con nombre de Enrique cuarto y al que Madríd le adoró.
Y llega al Madrid cristiano Carlos quinto de Alemania que después vive en Toledo
y a Valladolid se cambia.
Este Carlos primero atesora un gran imperio naciéndole en Valladolid el que heredó su Imperio.
El gran Felipe segundo hijo de Carlos primero hizo a Madrid capital de los valores del Reino.
No tarda mucho c,u ngir el gran Felipe tercero que de rey tuvo muy poco pues gobernaban sus firnclos.
A éste le sigue su hijo
de nombre Felipe cuarto ya que de paz saturado pone fin a su reinado.
Llega el reinado borbónico reinado no muy mal visto que portando su estandarte llega Felipe quinto.
Madrid guarda con deseo al llegar Carlos tercero rey que transfórmó Madrid con amor y con anhelo.
Llega Fernado sexto hermano del gran rey Carlos casado con doña Bárbara
y en las Salesas enterrado.
El hijo de este gran rey
el cornudín Carlos cuarto ciñó el cetro de su padre que Godoy ha gobernado.
Llega Fernando séptimo hijo de Carlos cuarto
que creando una moción la Constitución juró.
Llega Isabel segunda
con talla de hermosa mujer que amparada en la Regencia casó con su primo hermano.
Alfonso doce el romántico años cumplió muy pocos con Mercedes se casó
y a la tumba la llevó.
Y ya está aquí Alfonso trece hijo del anterior
que tras las elecciones del treinta y uno A Italia se exilió.
Y ya presentados a ustedes a todos sus gobernantes veremos otros valores
que hicieron a Madrid notable.
El río Manzanares criticado por cesantes que a orillas de su caudal pasean los elefantes.
Repleto de bestias atroces jabalíes y rinocerontes
con agua limpia y muy fresca y peces de bellos colores.
Había una puerta en Madrid que Cerrada la llamaban repleta de forajidos
que la capa birlaban.
Puerta de Moros me llaman con miles de vueltas y ambajes sirvo de ruta a Toledo vivienda del rey árabe.
La gran Puerta de la Vega que miraba al Occidente era entrada a la Alcazaba coo cl Alcázar crr .tin /rr-irle.
La Puerta de Guadal«jara la más esbelta de Madrid donde orfebres y plateros tienen su residencia allí.
l,a Puerta de Lialnadú pegadita a la Medina dándola acceso a ella
y el Alcázar que la mira.
Dos cuestas tiene Madrid siendo las dos primitivas la una la Cuesta de la Vega y la otra la de los Ciegos
En una viven cristianos que corren por la Medina y los de la Morería corriendo por las Vistillas.
Por la Cuesta de la Vega bajaban todos los cristianos y todos los mudéjares
por las Vistillas bajaron.
El Vallejo de San Pedro entre dos colinas colocado por una la Morería
y el Alcázar al otro lado.
El barrio de la Morería con feas y pobres casuchas su zoco correspondiente
y mudéjares que venden.
Los célebres «viajes» de agua que árabes nos legaron
con sus obras bajo suelo
y después muy bien tapado.
Madrid con sus murallas que árabes construyeron como fuerte la Alcazaba y Medina como pueblo.
Madrid tiene dos bellas torres San Pedro y San Nicolás las dos de estilo mudéjar
y que hoy día, ahí están.
La Ronda de Pan y Huevo con sacerdote y camilla recogía a los mendigos
que por las noches había.
Dotado de diez parroquias que intramuros son
ya carcomidas por siglos se c.xhibcn con grnn honor.
Los llevaban al Albergue con nombre de San Lorenzo y allí les suministraban
cama, huevo y pan con torrezno.
Entre his nruchus ciudades que en mi corazón están más de veinte son capillas y Madrid la catedral.
La del Pecado Mortal era una espeeiul Ronda recorriendo nianccbios evitando la deshonra.
Madrid en verso
Matriz fue su primer nombre que el musulmán llamó
y los árabes Mayrit que con ella se quedó.
Una joya que tenemos es la Puerta de Alcalá que con todo buen acierto el rey Carlos hizo labrar.
Madrid tiene por orgullo una fuente que mana
y que el pueblo que la quiere de la Cibeles la llaman.
Después de presentar a ustedes este esquema de valores
les paso a desarrollar costumbres y tradiciones.
Entre las grandes colinas su medio de comunicación son, por el día los humos y de noche llamas son.
Bellas estampas perdidos con su valor historial
que evocando sus recuerdos no se pueden comparar.
A Madrid le nace un Santo que Isidro Merlo se llamó después de siglo de muerto su cuerpo se conservó.
Aún sin clarear el día de sus establos salían las borriquitas de leche tocando sus campanillas.
Dos ángeles tiran del yugo realizando surcos rectos elevando él sus preces
a su Altísimo predilecto.
Tocando su retirada el honrado farolero iba apagando faroles recibiendo el día nuevo.
Con su cesto a la cabeza que a candeal iba oliendo con riquísimas libretas repartiendo el panadero.
Con sus cestas ambulantes las churreras madrugantes iban vendiendo sus churros a todos los vi.arrdcrr~tcs.
El noble y honrado sereno guardián de las santas casas chuceando los portales
su farol iba apagando.
Al pobre vagabundo perro en llegando las mañanas remiraban con mil ojos al lacero que acechaba.
Bella estampa mañanera la mostraban los traperos con sus carros y borricos dejaban Madrid hecho un cielo.
En los albores del día salían todos los tranvías que las mulas arrastraban con encuartes en subidas.
Al toque de la campana de la parroquia cercana acudían. todos Pelos orando sus sardas /treces.
¡Cómo bailan las rrrarrolas! día de Santiago el Verde a orillas del Manzanares cuando el sol claro amanece.
En Madrid hay una calle que la llaman Cuchilleros es la calle de los majos
las manolas y chisperos.
A orillas del Manzanares las lavanderas sufridas ponían su ropa en «recuelo» apenas clarear el día.
Vendedoras calh;¡eras madrugadoras rnul.crcs vendían sus rabanitos
y sus cardillos recientes.
Otras mujeres salían
que portaban un capacho repleto de lindas flores
de lilas de la Casa de Campo.
Requesón de Miraflores y queso de Villalón otras mujeres vendían pegándose un «madrugón».
En llegando Nochebuena se pedía el aguinaldo
y los pavos por las calles iban un poco «amoscados».
El día feliz de los niños eran los Santos Reyes que cabalgando en camellos venían del extremo Oriente.
En la plaza de Santa Cruz llegando la Navidad
había mulas y bueyes para adornar el Portal.
También en la misma plaza se ponían ambulantes
los que vendían turrones que traían de Alicante.
Con panderos y zambombas se echaba Madrid a la calle esperando Nochebru,rra
y al Niño porlc•r cvrnlrrr-le.
Mujeres muy de mañana eran las de Colmenar vendiendo sus ricos peces de Manzanares el Real.
De la presa Santillana era la mujer pecera
que en llegando la mañana su mercancía vendiera.
Mujeres en Fuencarral con garnacha y con albillo vendían sus ricas uvas voceando como grillos.
Los espárragos y fresas procedían de Aranjuez
que en llegando las mañanas se vendían por doquier.
Alcolea se llamaba
el vendedor de avellanas
que daba un «puitacn> de propina y en verdad sr las quilaba.
¡Ganchos para la ropa! el vendedor voceaba
el que por tres «perras» grandes un gancho le entregaba.
Seis «perras» grandes costaba las toallas que vendía recorriendo todas las calles que en barrios bajos tenía.
¡Paragüero! ¡Lañador! con su hornillo de carbón lo mismo arreglaba lurrnriuas o lañaba un lavador.
Quedan muchos recuerdos de datos que relatar reconociendo el autor
que con estos sobra ya.
Toda esta mescolanza debe de perdurar
por bien de estos «madriles» dignos de no olvidar.
Haciendo un penoso mutis me da pena dejar
ya que evocando recuerdos las lágrimas se saltan ya.
Texeira realizó el más antiguo y famoso de los planos de Madrid, en 1656. Dio a su caserío volumen, lo que en ocasiones tergiversa relativamente algunas manzanas. No está pues perfectamente a escala. Pero permite reconstruir en la actualidad edificios desaparecidos.
Los recortes de calles y edificios de tonos rojos que aparecen en este trabajo han salido de este mapa, por lo que están actualizados en dicho año, y se pueden considerar vigentes bastante tiempo más.
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